Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

sábado, 31 de diciembre de 2011

crisis@fusion.es



             El título pretende ser la recreación de una dirección de correo.
Hasta el alumbramiento de las fusiones bancarias, algunas entidades mantenían en su área de influencia labores  sociales humanamente muy rentables. El sueño, fue bello mientras duró. La crisis ha mutado a coreo electrónico que todos recibimos o recibiremos. La cuenta de resultados se antepone al bien social. El vergel en el que creíamos vivir ha quedado  en un  modesto huerto que habremos de mantener con nuestro diario esfuerzo. Esfuerzo como el que durante nueve años, tres fantásticas mujeres Bea, Piedad y Silvia, -a las que ya me referí en anterior entrada- han realizado para que, a los que la edad pilló en estado de analfabetismo informático, saliesen de tal situación.
Cada día durante esos años, han derrochado entusiasmo, paciencia y buen hacer atendiendo una y mil veces (doy fe) con cariño y una sonrisa cuantas dudas surgían entre sus veteranos alumnos. La fusionada entidad que mantenía el centro, ha premiado su labor con el preceptivo aviso del cierre de la sala y por tanto fin de su contrato, con quince días de antelación. Ayer, último día de actividad, los abrazos se multiplicaban y las lágrimas se contenían, evidenciando la frustración de un grupo cohesionado socialmente en torno a un proyecto.
¿Otra consecuencia de la crisis?  ¿De las fusiones? ¿Es una forma de cambiar bienestar social por dividendos?.

Queridas Bea, Piedad y Silvia. Habéis demostrado que se pude compaginar trabajo con eficacia y como se dice ahora “buen rollo”. Alguien dijo que quien deja escapar un buen equipo comete un error irreparable. Yo lo suscribo, ha sido estupendo colaborar con vosotras y un placer teneros por amigas.

Creíamos haber encontrado el camino. Creíamos que las entidades bancarias locales seguirían prestando los mismos servicios a pesar de los cambios. Pero no. La globalización, o lo que sea, es como un tsunami. Arrasa.
En cualquier caso, sigue haciendo falta -ahora más que nunca- gente buena.

Imagen: La sala se difumina

jueves, 22 de diciembre de 2011

Cornudo consentido. Sonata de estío


Valle Inclán va colocando  con sus recursos mojones en las Sonatas  para delimitar mejor el camino. No sólo marca las grandes distancias -Marques, Concha, Palacio, Paisaje, Niña Chole-, también señala pequeñas intersecciones cuajadas de mensaje y simbolismo: “El negro nos miraba con sus ojos enfermos: ojos de una mansedumbre verdaderamente animal”.
El marqués y su diosa “entre un cortijo de hampones” -cinco palabras bastan para definir la miseria y humillación de un grupo- se encuentran en las antípodas de su lugar natural: un jacal de carrizo, madera y paja, atendido por un negro liberto y su prole, pero aún allí, o mejor: allí con mayor motivo,  son “los amitos”.
El lector de esta Sonata de Estío queda fascinado por la contundencia de Valle Inclán al describir la escena. El antiguo esclavo es justamente la contraposición de Bradomín, es otro hito en el camino, camina a su lado como un perro “zongueando sus cuitas de paria y de celoso”No es un paria celoso, si no un paria y un celoso.
Los celos se matizan: El blanco y marqués también es celoso, pero celoso por orgullo, sus amantes han de ser suyas, sólo suyas porque es el mejor. Al negro liberto por el contrario, consciente de su inferioridad, lo que le duele es que su pareja, “la gran chiva se le dé todo por los morenos”.
Y aquí encuentra el lector un paralelismo con Lázaro de Tormes: “Y que yo holgaba, y había por bien de que ella entrase y saliese (de casa del arcipreste) de noche y de día… Y así quedamos los tres bien conformes”.
Lázaro, harto de su vida de privaciones decide arrimarse  a los buenos para medrar en su provecho; da por buena y consiente la relación de su esposa con el arcipreste. El negro de la Sonata, lamenta que la relación de la tehuana no sea con alguien de mejor condición que la suya.
Bradomín, Lázaro y el liberto sin nombre, son celosos intermitentes. Los dos últimos cornudos consentidos.
Un conocido refrán del siglo XVI (edición del Lazarillo) decía:
                                                                             Honra y provecho, no caben bajo un techo.


Imagen: Jacal en  México postal 1907
   

jueves, 15 de diciembre de 2011

Pompa y circunstancia. Sonata de estío



En el intento de escapar a la carga de amoríos y aventuras contenidos en las Sonatas, este lector se queda con esa especie de lucha contra la realidad cotidiana que a lo largo de las sonatas se manifiesta en la figura de Bradomín.

En la narración se reitera el marquesado y la pompa aristocrática  como dirigiendo al lector hacia un determinado objetivo “Dejándome llevar de un impulso romántico fui a México… tradición aventurera y noble de todo mi linaje”.  No es su habitat, pero incluso en el Nuevo  Mundo conserva mayorazgos que reafirman su ascendencia.
En tal espacio, exótico  pero inhóspito, su conquista requiere un marco adecuado, y nada mejor que la “santa casa”, fundada -¡cómo no!- por la favorita y dama de un virrey. No sería digno del personaje, entorno simbólico  y lugar de menor alcurnia.
Tales circunstancias tienen manifestación en cada párrafo, con cualquier motivo. Tendrá (la madre abadesa) mucho contento cuando sepa que han llegado personas de tanto linaje”.

La religión, que siempre acompañó a la nobleza no podía estar ausente “¡Era un santo!" afirma la abadesa “Además de un santo era mi abuelo” corrobora Bradomín que, en virtud de su condición de caballero santiaguista, no se arrodilla para rezar. La  casta Niña Chole oye misa antes de comenzar la jornada. También el rito sexual acompaña al religioso.

En esta novela de realidad irreal, Valle Inclán se centra en ambientes y paisajes. En sentimientos que idealizan la figura de la mujer inmersa en amores imposibles. El mundo interno del escritor modernista.

Imagen Pompa y circunstancia. Eugene Savage

viernes, 9 de diciembre de 2011

Sentido y sensibilidad. Sonata de estío



Con frecuencia, y desoyendo las recomendaciones de Pedro Ojeda, director y mantenedor de estas lecturas, nos quedamos con una parte de las Sonatas, desatendiendo la otra. Quizás sea algo intuitivo, no premeditado.  Hoy mi conciencia se rebela recordándome el párrafo del profesor en La Acequia el 13 de octubre  de 2011 “Lo que os propongo, como intento hacer siempre, es que vayamos más allá del argumento, de las historias de los amoríos y aventuras de este protagonista”.
Procede la relectura, que siempre aporta otra visión, y a ello nos empleamos. Valle Inclán , pone sentido y sensibilidad a los temas, por escabrosos (es un decir) que estos parezcan:
“Las formas juveniles y gloriosas….  se entreabrían, turgentes, frescas, lujuriosas, fragantes…”
Volcán de deseo expresado con elegancia, con delicadeza, sin ordinariez. A lo largo de la lectura, se nos ofrece un ejercicio narrativo en el que el lector sensible no  sentirá contrariedad por la exhibición de cargos, nobleza o jactancia del protagonista.
La narración de determinadas situaciones, está elaborada de forma que sintamos como normal, lo que en otras circunstancias no tomaríamos como tal:
“Y celebramos nuestra bodas con siete copiosos sacrificios que ofrecimos a los dioses como el triunfo de la vida”. Exhibición de facultades, descrita de forma amable.

Como  ocurriera en  Sonata de otoño la muerte -en esta ocasión es una monja- sirve de fondo al erotismo, quizás como símbolo de lo efímero de la conquista y la inconsistencia del amor jurado. La inmolación del coloso negro, ya reseñada en la anterior entrada  –otra vez la muerte –  se nos antoja  capricho cruel e inútil, de la todavía niña -a pesar de su edad real- Chole, herida en su honor por la crueldad de su padre, el general Diego Bermúdez.  Estamos ante una muestra , de otra forma de “conquista” que sí deja un regusto amargo que nos acerca más a la Niña Chole.
En unas  líneas la pluma de Valle Inclán  hace aflorar en el lector contradictorios sentimientos.

Me he permitido dar nombre a la entrada con la novela de Jane Austen, pasada al cine en 1995, tal vez por lo que tiene de relaciones -en este caso familiares- basadas en la hipocresía. O.... simplemente porque me gustó el título


                   





jueves, 1 de diciembre de 2011

Tierra caliente. Sonata de estío.



De entre la enorme variedad climática de América del Norte, escoge Valle Inclán la zona caliente. Embarca a Bradomín, personaje y narrador,  en una fragata que lo lleva al golfo de México. ¿Viaja para olvidar? ¿Movido por su primitivismo emocional?
De nuevo el paisaje: exuberante, colorista, atávico. Naturaleza explosiva.
En este marco, como no puede ser de otra manera tratándose del marqués: una mujer. Una mujer exótica como el paisaje, rodeada de servidores al modo de una diosa “Tenía esas bellas actitudes de ídolo, ese quietud estática y sagrada de la raza maya”. El camaleónico heredero de mayorazgos mexicanos, aparece reverente, con una sumisión casi sacerdotal ante la voluptuosidad de la criolla cruel e insensible tras “la trágica muerte de aquel coloso negro”.
El contrapunto de sadismo, hace crecer en Bradomín el placer de la transgresión, la emoción de la profanación. La diosa Chole es su objetivo más próximo, esa es la razón última del viaje hacia el exotismo con que empezamos la lectura de Sonata de estío.

Imagen: Selva Lacandona Chiapas (México) 

jueves, 24 de noviembre de 2011

Bradomín siglo XXI – Sonata de estío



Louis de Rouvroy –Grande de España- define a Anne de l´Enclos “Ninon”, como: "un claro ejemplo del triunfo del vicio cuando se dirige con inteligencia y se redime con un poco de virtud".
Desde la perspectiva actual, he aquí, la más clara definición, el retrato más verosímil  del marqués de Bradomín, que al comienzo de la lectura se nos presenta. Sus amores, desgraciados según él, hubieran conseguido la plenitud de haber nacido mujer: “A las mujeres para ser felices les basta no tener escrúpulos”.
Tanto la envidiadas damas (Thais de Grecia y Ninon de Francia), como la frase que antecede a estas líneas parecen dignas de mayor análisis:
No es la visión de un Don Juan la que ofrece Valle Inclán, y mucho menos nuestra afirmación de admirable en la entrada anterior. Más bien aparece como un personaje cínico, carente -él sí- de escrúpulos, para el que la mujer es un objeto mas puesto a disposición de su linaje.
Pero, no hemos de ver la Sonata desde el siglo XXI. Toda obra es consecuencia de una época, no se puede interpretar fuera de su tiempo. En definitiva, se convierte en testigo de nuestra evolución.
Quedémonos tras la lectura de estas memorias con la satisfacción de haber sido partícipes de  uno de los más importantes logros de la prosa modernista de España.

Ruinas de Palenque. México

jueves, 17 de noviembre de 2011

Memorias amables - Sonata de otoño



Memoria (escrita) es por definición la relación escrita en que el autor narra su propia vida o acontecimientos de ella. Valle Inclán, en la introducción a las Sonatas dice:
"Estas páginas son un fragmento de las “Memorias amables” que ya muy viejo, empezó a escribir en la emigración el Marqués de Bradomín. Un Don Juan admirable. ¡El más admirable tal vez!"
Las Sonatas son unas memorias voluntariamente parciales. En ellas sólo se  recoge una parte de los  acontecimientos “unos fragmentos”, y por añadidura los más amables.
Valle Inclán ha fraccionado las memorias para dejarnos cuatro episodios amorosos, nostálgicos preñados de ternura y en ocasiones patéticos “Todavía hoy, el recuerdo de la muerta, es para mí de una tristeza depravada y sutil” con la intención de dejar constancia del lamento de Bradomín por la vejez y la añoranza sensual.


 Imagen: Pazo de Ximonde. Vedra (Santiago)

jueves, 3 de noviembre de 2011

El azote de Dios- Sonata de otoño



“Yo la vestía con el cuidado religioso y amante que visten las señoras devotas a las imágenes de que son camaristas”.
Bradomín, y Concha son la  imagen de un catolicismo un tanto peculiar, de una ética al margen de lo que pregonan. Su condición, su linaje o más bien su irrespetuosa piedad,  sitúan a ambos lejos de la austeridad y cerca de los requerimientos de la carne.  La  viste –tras consentir ser desnudada- con religiosidad, ¿Puede haber un catolicismo diferente vinculado a la nobleza? Concha azota a Bradomín con sus cabellos: “¡Es el azote de Dios!” -dice él- “¡Calla hereje!” -responde ella; el marqués aviva los sentimientos detenidos por el tiempo en pos de la consumación refrenada por temor al adulterio. Asistimos a una  contradicción entre el  mundo de la santidad y la presencia continua del pecado, el cinismo evidente de él y la rendición de ella, a las situaciones místicas que  excitan aún más el deseo en los amantes a la sombra y cobijo del palacio. Aun, en ocasiones, Bradomín hace gala de integridad moral: “Dudaba si volver atrás para poner en aquellos labios el beso postrero: Resistí la tentación”.
Sonata de otoño bajo el manto del recogimiento,  deja muestra de una batalla magistral entre erotismo, amor y culpa; el placer de lo prohibido y la transgresión a la moral imperante, amor imposible, frente a ideal romántico.
Releyendo a Valle Inclán este lector se acerca al modernismo en estado puro.

jueves, 27 de octubre de 2011

El palacio de Brandeso – Sonata de otoño




La  tupida sombra que los plátanos orientales con sus copas entrelazadas proyectan, parece negarse a admitir que el solsticio de verano ha terminado. En claro contraste el suave olor a castañas asadas que  recorre  el paseo anuncia pertinaz  que el  otoño envuelve a la población con  su sinfonía de colores. El Palacio de Brandeso con su fachada heráldica a la sombra de sus viejos jardines, da testimonio de su genealogía.

Entre sus paredes, perdura agazapado un mundo de siglos, rancio y con cuerpo, como el vino que se coge en la Fontela; en cada rincón, en cada situación, surgen las pinceladas precisas. “Reinaba en la biblioteca una paz de monasterio”.

En la hora mágica de las veladas junto al fuego de la chimenea, donde “brillan los rubíes de la brasa”, el murmullo de la conversación, torna al pasado, al linaje que envuelve a la familia: condes, marqueses, obispos, mitos de la nobleza, privilegios ilustres o señoríos que para aportar una nota literaria, se remontan a Don Roldán atraído por una sirena.

Los muros de Brandeso, conservan la sombra de la anciana madre de Xavier culpando a Concha de sus extravíos. Bradomín describe a su madre aportando la transcendencia de su linaje “No está en los altares por haber nacido mayorazga y querer perpetuar sus blasones tan esclarecidos”.

Con precisión nos presenta Valle Inclán este Pazo de Brandeso, con una serie de telones de fondo donde la nobleza se refleja  imponiéndonos la solera de la  realidad familiar. El palacio y sus habitantes considerados parte de la historia de España crecen y se magnifican.   
Valle Inclán vuelve a transmitir  la plena sensación de un  otoño -ahora generacional- que se desarrolla en el interior, porque el otoño, su otoño, queda en ambos lados de los muros de Palacio.


Imagen: Pazo de Ximonde Vedra (Santiago)

jueves, 20 de octubre de 2011

Paisaje - Sonata de otoño




El aroma de un café recién hecho envuelve ese momento único en el que nos apartamos del mundo para adentrarnos  en la lectura y se crea la magia, Sonata de otoño se transforma en paleta de pintor, la letra impresa se torna paisaje, el lector, este lector, entiende, ahora sí, lo que supone la capacidad de transmitir sensaciones administrando con sabiduría elementos artísticos, y la diferencia que esto tiene con describir.
No hay reiteración, es como ponerle ojos a la palabra escrita, agregarle elementos pictóricos con los que, de la mano de Valle Inclán nos asomamos al paisaje de Galicia, de su Galicia.
“Cuando salimos al campo empezaba la claridad del alba”. “El sol empezaba a dorar las cumbres de  los montes….” Y sobre el verde fondo de la pradera alta, en el dominio de un Pazo….”
Tras las verjas, el Pazo de Brandeso pintado con el mismo pincel, muestra el sabor rancio, venerable y melancólico de su jardín, un jardín literario en torno a un símbolo de su tierra natal: el Pazo. La mirada, se aquieta ante ese trozo de Galicia captando un mensaje:
“Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las risas y los madrigales”.
Madrigales especialmente intensos, amorosos, delicados, con un trasfondo de remordimiento. El cariño ideal entona una despedida fingida - “¡Adiós, hasta mañana!”- rota al refugiarse dos cuerpos bajo las sábanas.
Hay algo musical, armonioso en la narración, que nos acerca a un amor imposible. La lluvia y el sol están siempre presentes, pacíficos caracoles sestean adormecidos al arrullo del agua de una fuente. Hay vida en estas páginas, de ellas surge un otoño, visto a través de los cristales dorados por el sol de los miradores de Brandeso, donde una enamorada triste suspira.
“Era noche de luna, y en el fondo del laberinto, cantaba la fuente como un pájaro escondido”.
Es difícil, verdaderamente difícil, escapar a la explosión de sensaciones pintadas por Valle Inclán en Sonata de otoño.

Imagen: Pazo de Ximonde. Vedra (Santiago) Bien podría ser el Pazo de Brandeso.




martes, 18 de octubre de 2011

Un millón de amigos.


Cuando un blog comienza su andadura, la meta de quien lo crea es, sin duda el título de esta entrada: un millón. Llegado a un nuevo aniversario resulta inevitable la mirada retrospectiva un tanto nostálgica -el tiempo vuela- y tremendamente reconfortante. ¡Hemos alcanzado el objetivo!

El milagro de la Web 2.0 me permite adivinar en tu rostro, querido lector, un gesto de incredulidad.

Paco, está soñando, vive en los mundos de Yupi.

¡No!
No es un sueño. Al día de hoy, en estos dos últimos años, con cada entrada, se  reúne en el seno de "El Alfoz", un puñado de amigos que valen por un millón.

Gracias por vuestro aliento y cariño. Sin este millón, nada hubiera sido posible.




jueves, 13 de octubre de 2011

Feo, católico y sentimental –Sonata de otoño.



Sonata de otoño; ¿cómo explicar el título? El  desasosiego, hace nuevamente mella en el lector, que   sólo encuentra salida acudiendo al diccionario: “composición musical”
La música (la poesía también es música), suscita una experiencia estética en el oyente,  expresa sentimientos, circunstancias, pensamientos o ideas, incluso describe  paisajes y contrastes. Valle Inclán, en concordancia con las estaciones del año muestra en Sonatas un  determinado estado vital del marqués de Bradomín  -feo, católico y sentimental.
El personaje, del que en este momento no sabemos  nada, es un hombre  ya maduro, mundano y conquistador sin aparente ocupación, cuyo inmoralismo, lejos de producir rechazo, retrata una época y se convierte en un puente entre el personaje donjuanesco creado, y el lector.

“Mi amor adorado, estoy muriéndome, y sólo deseo verte…..”

Los primeros compases, desgarradores, anuncian ya la tragedia, la añoranza de un amor amable, la suave tristeza del otoño.

“¡Triste destino el de los dos! El viejo rosal de nuestros amores, volvía a florecer, para deshojare piadoso sobre una sepultura”.

“¡La pobre Concha se moría!”.

    -Algo me hace releer el  primer pasaje de Sonata de otoño, la armonía de la narración me retiene buscando detalles que no consigo captar. (¿….?).

   -¡Secuencias! ¡Secuencias cinematográficas! El relato, visto como un guión de cine.

La cámara muestra  unas “manos pálidas, olorosas, ideales” escribiendo una carta. Al fondo, difuminado por la niebla, un jardin, un rosal y una sepultura.

Plano general frente a  la espadaña de un convento: “el esquilón de las monjas” repica monótono. En el interior,  el plano de detalle se centra en un  rosario apenas visible:  "a la luz incierta y moribunda que arroja una lámpara  sobre unas manos pálidas”.
La secuencia continúa, la cámara gira mostrando el rosario en otras manos: “Concha rezaba con un rosario igual… y sufría porque nuestros amores  se le figuraban un pecado mortal!”.
Es preciso provocar emoción al espectador, el director cambia a primer plano; las figuras ocupan toda la pantalla: “Algunas veces, sin esperar a que concluyese, me acercaba y la sorprendía”.
La escena en este punto, debe transmitir la fuerza del preludio erótico y es preciso un gran primer plano: “Después sus brazos rodeaban mi cuello y lloraba, lloraba de amor”.

Plano general: Viana del Prior, salón de la casa del marqués, sillón  cerca del fuego “llamaron a la puerta con grandes aldabadas…. Me incorporé sobresaltado…. El mayordomo venía a buscarme para ponernos en camino".

He intentado seguir, pero fue inútil, el primer pasaje me ha atrapado. Será el otoño, será Valle Inclán. No sé.
Al comprensivo silencio que me acompaña.


 Imagen: Casa museo de Valle Inclán (Vilanova de Arousa)

miércoles, 5 de octubre de 2011

Diálogo en la facultad -Riña de gatos-




Un caluroso y agradable día de este  Octubre, estudiantil y otoñal:

El patio de la facultad, alejada ya  la apatía vacacional, rejuvenece  con la incorporación de la muchachada universitaria. Carpetas nuevas, nuevos horarios, reencuentros y risas. El profesorado,  a modo de calentamiento para los todavía lejanos exámenes, encomienda los primeros temas, lecturas y trabajos.

    -Nunca pensé que comenzaríamos con Eduardo Mendoza.

    -¡Hombre! La asignatura es Literatura contemporánea.

    -¡Pero tanto…! Yo pensé en Cela, Delibes, si me apuras, hasta Gimferrer.

    -¡Mendoza es anterior. De 1943!

    -¡Vale! Tienes razón en las fechas, quizás me condiciona en Riña de Gatos lo del Planeta.

   -Seguro. Recuerda que el profe lo advirtió el primer día haremos el camino inverso, “de la actualidad, hacia atrás”. El 2010 es actualidad.

    -No sé, puede ser saturación sobre el “36”, creo que es un tema superable, y superado.

    -Por algo hay que empezar, Mendoza es un autor, leído al margen del Premio.

   -Me cuesta situar la novela, no sé si es intriga, historia reciente, tratado de pintura… Los personajes son un tanto peculiares: o héroes románticos, o figuras de comic. Curiosamente y como excepción, el punto de realismo lo aporta una prostituta.

  -Los personajes son una de las claves, se trata de aportar humor, al tiempo que incertidumbre mientras se describe a una parte de la sociedad de la época.

   -Humor, lo que se dice humor, hay que buscarlo. Mas bien, hay una sucesión de escenas digamos de comedia: amantes en el armario o bajo la cama
.
    -¡Justo! Hace caricatura de la sociedad, con pinceladas cómicas.

   -He quedado un poco saturado de citas pictóricas y políticas, abrumado por la ingenuidad del protagonista, pero, quizás tengas razón, es una novela para leer en clave superficial, con sus intrigas y variaciones.

    -En efecto, la novela es, lo que ha querido el autor que sea: un Premio.

    -Después de lo dicho, sigues recomendándome ¿La ciudad de los prodigios?

    -Ahora con más motivo.

Como ya habrán adivinado los lectores que amablemente siguen este blog, el diálogo es , consecuencia de las cuatro entradas anteriores sobre Riña de gatos con el valor añadido de  los comentarios que en ellas han tenido a bien realizar mis seguidores. ¡Gracias!


jueves, 29 de septiembre de 2011

A solas en la celda -Riña de gatos-




Tras la cita  en Chicote, abordamos los últimos capítulos, sin atrevernos a calificar Riña de gatos  como novela de intriga, costumbrista, tragicomedia, o de misterio. Como en el cierre de cualquier acontecimiento (evento, para estar al día), considero, conveniente -en un alarde de atrevimiento- elaborar el panegírico correspondiente, sin dejar de apuntar una opinión crítica, si hubiera lugar.

En anteriores entradas nos significamos sobre la profusión de comentarios políticos, abundancia de alusiones pictóricas, definición social de personajes, además de una “presentación folletinesca e irónica, caricaturizando la sociedad del 36”.
La caricatura folletinesca utilizada aporta -absteniéndose de razonamientos para no significarse en demasía- una cierta intrascendencia a la complicada situación social, consecuencia de la conspiración de los más poderosos contra la legalidad soberana de una, no muy firme república.

Sin apartarse de Tiziano, Velázquez y los diferentes personajes políticos, Eduardo Mendoza, gira bajo mi punto de vista hacia un final romántico-sensiblero. Veamos:

     Toñina con su bebé lactante, poco agraciado y hambriento, se arriesga ante la orgullosa Paquita para salvar al protagonista, amante, de ambas por muy diferentes razones, por cierto, haciendo un alarde de personalidad y filosofía de calle que para sí quisiera  la marquesa de Cornellá.

     Abrumada por la magnitud de su pecado que el padre Rodrigo no quiere absolver pero consiente  pregonar, la marquesa  confiesa su desliz a la adolescente Lili sin saber que comparten -sentimentalmente en el caso de esta-  un mismo príncipe azul.

     Guillermo del Valle herido de muerte por policías inútiles en un tiroteo absurdo  se recupera milagrosamente tras la visita de su madre y por lo que al final se sabe, el sacrificio de su hermana.

    Anthony, al que ya habíamos definido como ingenuo acude a una extraña cita en la explanada del pescado (frecuentada por algún que otro gato) donde se encuentra con un peculiar pelotón de ejecución con desenlace rocambolesco.

     Marujín, la duquesa, intercede ante su compañero de correrías en su localidad natal: (Priego, Córdoba)  Niceto Alcalá Zamora, a la sazón presidente de la República, para salvar la honra  de su hija mayor  ante el acoso de  tenorios de vía estrecha.

     ¿Qué más puede faltar? Sólo la destrucción del cuerpo del delito, que ocurre de modo fortuito.

Un cambio cervantino con raíces en El celoso extremeño, pone  broche monástico-salmantino  a la historia tejida en un Madrid convulso.

Me niego a dramatizar. No se si ahora el cielo y yo estamos en paz,  pero al menos yo se cual es mi camino. (Paquita del Valle)

Deliberadamente en los párrafos: Guillermo del Valle, Anthony, Marujín y ¿Que más…? he omitido el desenlace por no adelantarme al  interés del lector.



Imágenes: Superior, claustro de monasterio de Las Dueñas (Salamanca) 
                     Inferior, retrato de la madre Jerónima de la Fuente (Velázquez)

domingo, 25 de septiembre de 2011

El campanero



La torre de la iglesia dorada por el sol  que comenzaba a despertar, altiva por la desproporción  respecto a su entorno reflejo de glorias pasadas,   parecía amenazar a Efisio y su rebaño camino del monte cercano. Desde ella, el pueblo se abría difuminado y borroso  ante los ojos de Fausto, velados por lágrimas de dolor e impotencia. Las ovejas sólo atentas a ramonear los brotes en las lindes del camino, acompasaban su cansino avance al concierto de sus cencerros.

Era el representante último de una tradición perdida, su padre y su abuelo voltearon y cuidaron también las campanas de la torre, aunque solo él ganó el concurso provincial  de repiques. La Madre, Mauricia, San José y Concepción –tales son los nombres de las campanas- eran su mejor dedicación y último consuelo. El campanario, frio y tenebroso su único refugio.
Amalia –Mely se hacía llamar ahora-  demasiado joven para él cuidaba por algún dinero la limpieza de la iglesia, eran muchos en una familia humilde y toda ayuda era bien recibida.
Consciente de su escasa presencia, superando su timidez y confiando en la fuerza del dinero, parte heredado, parte de su trabajo,  y un tanto de la virtud de no gastar, habló con los padres de la muchacha y se concertó la boda.

     -Las penas con pan son menos -se repetía una y otra vez.

Ella, que nunca le amó, desarrolló una habilidad desconocida hasta entonces: manejar los dineros del viejo e iluso Fausto que a fin de no perderla, pagaba todo con resignación sin reparar en la magnitud de la quita. Tal  era su esperanza.

     -Algún día me querrá, es cuestión de tiempo.

     -¡Faus! –Que así le llamaba- iré algunos días a la ciudad, tengo que comprarme ropa.

     -¡Pero… si aun no has gastado la que tienes!

     -¡Anda no seas roñoso! No querrás que vaya siempre igual.

     -Yo, sólo me mudo los domingos.

     -No es lo mismo. ¡Adiós!

Pasó los días con sus campanas, engrasando yugos, ensayando vuelos, volteos y practicando nuevos repiques. Ella, en la ciudad, dejaba atrás su vida anterior de trabajo y necesidad, gozando de vicios caros en busca del amante ideal.

Efisio, apoyado en su cayado esperaba en el ribazo, frente a la iglesia el paso de las últimas ovejas conducidas por Bronco, el mastín.

     -Las llevaremos a Prado Alto, allí hay buen pasto -dijo como si Bronco pudiera entenderle.

Un golpe seco, como el de los fardos al caer en la era, cortó el monólogo. Al pie de la torre, sobre fondo rojo, confundido con la calzada de acceso, un cuerpo pequeño ajeno ya a cuanto pudiera suceder sentenció el nacimiento del día.

     -¡Es Fausto! ¡Es Fausto!

En la plaza, minutos antes, Mely con las mejillas encendidas y un brillo especial en la mirada recibía con excesivo afecto a un joven moreno, de ensortijado pelo que descendía del autobús.

     -¡Es mi primo! –contesto a la ausencia de preguntas.

 La Madre, Mauricia, San José y Concepción, repican hoy como ausentes, más tristes que en ningún otro duelo, mientras los vecinos, camino de la iglesia, comentan con un rictus de amargura como, desde la torre, se puede reconocer perfectamente  a los transeuntes de la plaza.

La onomástica de las campanas se corresponde con las de la torre izquierda de la Catedral de Burgos.
La torre, mudéjar pertenece a la iglesia de Arcos de la Llana (Burgos)

Mi agradecimiento a José Luis (Joselete) por sus atenciones en la iglesia de Arcos.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Los recursos en Riña de gatos


Retomo la afirmación hecha en la primera entrada de esta serie reiterando mi desconocimiento de otras obras de Eduardo Mendoza, por lo que, este comentario, al margen de otras consideraciones se refiere exclusivamente a la experiencia con Riña de gatos y  el aprendizaje tras las aportaciones semanales del grupo bloguero de lectura colectiva.

Al hablar de recursos no quiero referirme a la acepción técnica y académica, sino más bien compartir mi percepción señalando al tiempo que noto en la novela un cierto aroma a Valle Inclán (próxima lectura) .

En una primera aproximación, y fijando la atención en los nombres asignados a los personajes, se aprecia la intencionalidad me atrevería a decir que grotesca o cómica  del autor. Imposible leer sin una sonrisa apellidos como: Salamero, duque de Igualada. Higinio Zamora Zamorano, aprendiz de espía. Coscolluela y  Marranón, policías, o el señor Mosca. Acudiendo al traductor en línea, los apellidos ingleses, tampoco se salvan de la ironía: Teacher y Bumblebee resultan ser profesor y abejorro respectivamente. Insisto: he acudido a un traductor.

Hay a mi juicio, una clara intencionalidad cómica en el autor, que en ocasiones deriva los nombres hacia el argot popular (Antoñito por Anthony, Vitelas por Whitelands) todavía más efectista.

Avanzando algo más en el análisis nos fijamos en los personajes y su comportamiento: un tanto folletinesco como es el caso de Toñina, menor de edad, prostituta y madre de un bebé. O marcadamente costumbrista, cómico y enmarcado en la época como los policías españoles o el conserje del hotel Ritz.

Qué decir de los enredos sentimentales. Primero el trío Paquita, José Antonio, Anthony,  dos nobles y un intelectual -con pérdida de virginidad de aquella por despecho. Después el arrebato adolescente de Lilí, hermana de Paquita, más propios, de una novela de Corín Tellado que de el entorno de una tragedia nacional.

Especial mención requiere Anthony Whitelands, bastante soso, llorique e ingenuo; tanto como para dejar dinero y pertenencias en manos de un desconocido, o entregar una carta comprometedora a un funcionario de su embajada.  Digno sucesor del Superagente 86, se manifiesta protagonista de situaciones absurdas como esconder a Toñina en un armario, ocultarse  de sus perseguidores tras las cortinas, o bajo la cama de su admiradora Lilí para, más tarde, pasado el susto, huir por la ventana de la habitación. ¿Encerrará una crítica velada a los ingleses?
Sin más criterio que salir del anonimato y manejado por todos,  Anthony se nos proyecta como candidato indiscutible a peripecias de novela policiaca con espía ruso –Kolia- incluido.

Para cerrar la reflexión sobre los recursos, cabe destacar como  el autor, crea una  intencionada expectativa en el lector: Álvaro del Valle sin descifrar la identidad de los generales, recorre durante todo el capitulo 28 los entresijos de la rebelión militar. Solamente en las últimas líneas sabemos que se trata de Mola, Queipo de Llano y Franco.

Quedamos citados para la próxima semana (capítulo 32) en Chicote, símbolo de una época, referencia obligada de la vida cultural y de ocio en Madrid, cuyo propietario, años atrás, fue barman en el hotel Ritz.

Imagen: Sala Velázquez (Elias Montaño)   


jueves, 15 de septiembre de 2011

Los personajes en Riña de gatos.


     Higinio Zamora Zamorano, reponedor de las pertenencias de Anthony Whitelands, introduce al lector  por medio de charlas políticas en la  situación de la España del 36, un país no pobre sino de pobres, en el que el estallido de una revolución y la  posibilidad de un golpe militar presentan en ese momento, indicios de auténtica realidad.

     Gumersindo Marranón, de la misma forma y manera, retrata, por así decirlo la extinta DGS (Dirección General de Seguridad) al más puro estilo: guardias de asalto, coches negros, policías con sombrero, escalera lóbrega, ventanucos, secretaria gorda…,  más un perfil de José Antonio y la Falange con el sello inconfundible de los guardianes de la ley y el orden del momento: señoritos ociosos, pistoleros a sueldo, apoyados por la carcunda, niñas cursis y pollos pera de Puerta de Hierro. A mayor abundamiento añade  una pormenorizada descripción del  esquema organizativo de la asociación, partido político, o lo que fuere.
Por no dejar la DGS, avanzamos hasta el  capítulo 18. El elemento humano de la misma, reunido a alto nivel, expone con detalle la situación social en España: quema de iglesias, acto de la falange en el cine Europa con riesgo de altercados, agitación laboral, reforma agraria, cuestión catalana y  disensiones  en el ejército.

     Un inesperado salto en la narración nos lleva hasta la National Gallery,  cuyo regente Edwin  Garrigaw, alias Violet, antaño profesor, colega y antagonista de Anthony, transmite, en el curso de una reflexión personal, análisis y características del Retrato de Felipe IV en castaño y plata, autorretrato de Velázquez en Las Meninas y una introducción a la vida de Felipe IV.

     José Antonio y sus guardaespaldas, son los encargados de que los lectores, acompañando al protagonista conozcamos el centro de Falange Española y de las JONS su ambiente, la razón de su existencia y el respeto y servil obediencia que los afiliados tienen a su jefe. Nos son presentados  sus dirigentes: su hermano Miguel, Fernández Cuesta, Sánchez Mazas. En el transcurso  de esta reunión,  en un nuevo giro, la narración, vuelve, ¡cómo no! a Velázquez, sin olvidar a Quevedo, Gracián, Calderón, Lope, Tirso de Molina, Teresa de Jesús  y  Juan de la Cruz.

     Velázquez,  como el chirrido de una puerta en las películas de suspense se repite obsesivamente capítulo tras capítulo,  ni la bella Paquita consigue distraer los pensamientos del  protagonista  sobre la  identidad de la modelo del desnudo. La estancia en el sótano del palacete se salda con otra larga reflexión sobre el cuadro y un breve abrazo de Anthony.

Lo que el lector intuye  como una cita de pareja, auspiciada por la hija del duque preludio de “turbulentos amores” (cita de la contraportada), vuelve a convertirse en divagaciones  pictóricas  con Felipe II, Felipe IV, el Papa, Velázquez, Tiziano, Rubens,  las  Meninas o  La Venus y Cupido.

¡El desasosiego del lector es evidente!  ¡Riña de gatos!
El título no da ninguna pista sobre el contenido, aporta, eso sí pinceladas sobre el preludio de la guerra civil española, y generosas puntualizaciones sobre Velázquez y su tiempo.
Quedamos expectantes por descubrir que se oculta tras el telón de la obra de Eduardo Mendoza; mediada la lectura, es evidente que hay en ella un tanto de intriga, o dicho de otro modo, y para mostrar mi "dominio" de otras lenguas:  de trhiller político-pictórico.

Imágenes:  detalle de Las Meninas, Retrato de Felipe IV, y La Venus y Cupido (Velázquez.)