Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

sábado, 31 de diciembre de 2011

crisis@fusion.es



             El título pretende ser la recreación de una dirección de correo.
Hasta el alumbramiento de las fusiones bancarias, algunas entidades mantenían en su área de influencia labores  sociales humanamente muy rentables. El sueño, fue bello mientras duró. La crisis ha mutado a coreo electrónico que todos recibimos o recibiremos. La cuenta de resultados se antepone al bien social. El vergel en el que creíamos vivir ha quedado  en un  modesto huerto que habremos de mantener con nuestro diario esfuerzo. Esfuerzo como el que durante nueve años, tres fantásticas mujeres Bea, Piedad y Silvia, -a las que ya me referí en anterior entrada- han realizado para que, a los que la edad pilló en estado de analfabetismo informático, saliesen de tal situación.
Cada día durante esos años, han derrochado entusiasmo, paciencia y buen hacer atendiendo una y mil veces (doy fe) con cariño y una sonrisa cuantas dudas surgían entre sus veteranos alumnos. La fusionada entidad que mantenía el centro, ha premiado su labor con el preceptivo aviso del cierre de la sala y por tanto fin de su contrato, con quince días de antelación. Ayer, último día de actividad, los abrazos se multiplicaban y las lágrimas se contenían, evidenciando la frustración de un grupo cohesionado socialmente en torno a un proyecto.
¿Otra consecuencia de la crisis?  ¿De las fusiones? ¿Es una forma de cambiar bienestar social por dividendos?.

Queridas Bea, Piedad y Silvia. Habéis demostrado que se pude compaginar trabajo con eficacia y como se dice ahora “buen rollo”. Alguien dijo que quien deja escapar un buen equipo comete un error irreparable. Yo lo suscribo, ha sido estupendo colaborar con vosotras y un placer teneros por amigas.

Creíamos haber encontrado el camino. Creíamos que las entidades bancarias locales seguirían prestando los mismos servicios a pesar de los cambios. Pero no. La globalización, o lo que sea, es como un tsunami. Arrasa.
En cualquier caso, sigue haciendo falta -ahora más que nunca- gente buena.

Imagen: La sala se difumina

jueves, 22 de diciembre de 2011

Cornudo consentido. Sonata de estío


Valle Inclán va colocando  con sus recursos mojones en las Sonatas  para delimitar mejor el camino. No sólo marca las grandes distancias -Marques, Concha, Palacio, Paisaje, Niña Chole-, también señala pequeñas intersecciones cuajadas de mensaje y simbolismo: “El negro nos miraba con sus ojos enfermos: ojos de una mansedumbre verdaderamente animal”.
El marqués y su diosa “entre un cortijo de hampones” -cinco palabras bastan para definir la miseria y humillación de un grupo- se encuentran en las antípodas de su lugar natural: un jacal de carrizo, madera y paja, atendido por un negro liberto y su prole, pero aún allí, o mejor: allí con mayor motivo,  son “los amitos”.
El lector de esta Sonata de Estío queda fascinado por la contundencia de Valle Inclán al describir la escena. El antiguo esclavo es justamente la contraposición de Bradomín, es otro hito en el camino, camina a su lado como un perro “zongueando sus cuitas de paria y de celoso”No es un paria celoso, si no un paria y un celoso.
Los celos se matizan: El blanco y marqués también es celoso, pero celoso por orgullo, sus amantes han de ser suyas, sólo suyas porque es el mejor. Al negro liberto por el contrario, consciente de su inferioridad, lo que le duele es que su pareja, “la gran chiva se le dé todo por los morenos”.
Y aquí encuentra el lector un paralelismo con Lázaro de Tormes: “Y que yo holgaba, y había por bien de que ella entrase y saliese (de casa del arcipreste) de noche y de día… Y así quedamos los tres bien conformes”.
Lázaro, harto de su vida de privaciones decide arrimarse  a los buenos para medrar en su provecho; da por buena y consiente la relación de su esposa con el arcipreste. El negro de la Sonata, lamenta que la relación de la tehuana no sea con alguien de mejor condición que la suya.
Bradomín, Lázaro y el liberto sin nombre, son celosos intermitentes. Los dos últimos cornudos consentidos.
Un conocido refrán del siglo XVI (edición del Lazarillo) decía:
                                                                             Honra y provecho, no caben bajo un techo.


Imagen: Jacal en  México postal 1907
   

jueves, 15 de diciembre de 2011

Pompa y circunstancia. Sonata de estío



En el intento de escapar a la carga de amoríos y aventuras contenidos en las Sonatas, este lector se queda con esa especie de lucha contra la realidad cotidiana que a lo largo de las sonatas se manifiesta en la figura de Bradomín.

En la narración se reitera el marquesado y la pompa aristocrática  como dirigiendo al lector hacia un determinado objetivo “Dejándome llevar de un impulso romántico fui a México… tradición aventurera y noble de todo mi linaje”.  No es su habitat, pero incluso en el Nuevo  Mundo conserva mayorazgos que reafirman su ascendencia.
En tal espacio, exótico  pero inhóspito, su conquista requiere un marco adecuado, y nada mejor que la “santa casa”, fundada -¡cómo no!- por la favorita y dama de un virrey. No sería digno del personaje, entorno simbólico  y lugar de menor alcurnia.
Tales circunstancias tienen manifestación en cada párrafo, con cualquier motivo. Tendrá (la madre abadesa) mucho contento cuando sepa que han llegado personas de tanto linaje”.

La religión, que siempre acompañó a la nobleza no podía estar ausente “¡Era un santo!" afirma la abadesa “Además de un santo era mi abuelo” corrobora Bradomín que, en virtud de su condición de caballero santiaguista, no se arrodilla para rezar. La  casta Niña Chole oye misa antes de comenzar la jornada. También el rito sexual acompaña al religioso.

En esta novela de realidad irreal, Valle Inclán se centra en ambientes y paisajes. En sentimientos que idealizan la figura de la mujer inmersa en amores imposibles. El mundo interno del escritor modernista.

Imagen Pompa y circunstancia. Eugene Savage

viernes, 9 de diciembre de 2011

Sentido y sensibilidad. Sonata de estío



Con frecuencia, y desoyendo las recomendaciones de Pedro Ojeda, director y mantenedor de estas lecturas, nos quedamos con una parte de las Sonatas, desatendiendo la otra. Quizás sea algo intuitivo, no premeditado.  Hoy mi conciencia se rebela recordándome el párrafo del profesor en La Acequia el 13 de octubre  de 2011 “Lo que os propongo, como intento hacer siempre, es que vayamos más allá del argumento, de las historias de los amoríos y aventuras de este protagonista”.
Procede la relectura, que siempre aporta otra visión, y a ello nos empleamos. Valle Inclán , pone sentido y sensibilidad a los temas, por escabrosos (es un decir) que estos parezcan:
“Las formas juveniles y gloriosas….  se entreabrían, turgentes, frescas, lujuriosas, fragantes…”
Volcán de deseo expresado con elegancia, con delicadeza, sin ordinariez. A lo largo de la lectura, se nos ofrece un ejercicio narrativo en el que el lector sensible no  sentirá contrariedad por la exhibición de cargos, nobleza o jactancia del protagonista.
La narración de determinadas situaciones, está elaborada de forma que sintamos como normal, lo que en otras circunstancias no tomaríamos como tal:
“Y celebramos nuestra bodas con siete copiosos sacrificios que ofrecimos a los dioses como el triunfo de la vida”. Exhibición de facultades, descrita de forma amable.

Como  ocurriera en  Sonata de otoño la muerte -en esta ocasión es una monja- sirve de fondo al erotismo, quizás como símbolo de lo efímero de la conquista y la inconsistencia del amor jurado. La inmolación del coloso negro, ya reseñada en la anterior entrada  –otra vez la muerte –  se nos antoja  capricho cruel e inútil, de la todavía niña -a pesar de su edad real- Chole, herida en su honor por la crueldad de su padre, el general Diego Bermúdez.  Estamos ante una muestra , de otra forma de “conquista” que sí deja un regusto amargo que nos acerca más a la Niña Chole.
En unas  líneas la pluma de Valle Inclán  hace aflorar en el lector contradictorios sentimientos.

Me he permitido dar nombre a la entrada con la novela de Jane Austen, pasada al cine en 1995, tal vez por lo que tiene de relaciones -en este caso familiares- basadas en la hipocresía. O.... simplemente porque me gustó el título


                   





jueves, 1 de diciembre de 2011

Tierra caliente. Sonata de estío.



De entre la enorme variedad climática de América del Norte, escoge Valle Inclán la zona caliente. Embarca a Bradomín, personaje y narrador,  en una fragata que lo lleva al golfo de México. ¿Viaja para olvidar? ¿Movido por su primitivismo emocional?
De nuevo el paisaje: exuberante, colorista, atávico. Naturaleza explosiva.
En este marco, como no puede ser de otra manera tratándose del marqués: una mujer. Una mujer exótica como el paisaje, rodeada de servidores al modo de una diosa “Tenía esas bellas actitudes de ídolo, ese quietud estática y sagrada de la raza maya”. El camaleónico heredero de mayorazgos mexicanos, aparece reverente, con una sumisión casi sacerdotal ante la voluptuosidad de la criolla cruel e insensible tras “la trágica muerte de aquel coloso negro”.
El contrapunto de sadismo, hace crecer en Bradomín el placer de la transgresión, la emoción de la profanación. La diosa Chole es su objetivo más próximo, esa es la razón última del viaje hacia el exotismo con que empezamos la lectura de Sonata de estío.

Imagen: Selva Lacandona Chiapas (México)