Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 27 de septiembre de 2012

Al otro lado. El lector de Julio Verne



Lo sé. No hay una relación clara entre la novela El lector de Julio Verne y el disco de Hevia.
¿Qué aporta este a aquella?... frescura, diría yo.
Frescura a un episodio -otro más- que sale de la prolífica túrmix de una guerra olvidable. En cualquier caso el título es sugerente, sí aporta algo.

Parto del principio de que en una guerra, fundamentalmente hay víctimas. Víctimas entre los que combaten y los que no, víctimas situadas  a ambos lados de la línea divisoria, y víctimas muy alejadas e incluso ajenas al conflicto y sus causas.

Madres, padres e hijos que, en muchos casos por azar, se han visto situados “al otro lado”, en el menos afín a sus ideas y en consecuencia corren el riesgo de ser: “el enemigo”.

Madres, padres e hijos, que por determinada situación económica o familiar no por convicción, forman parte de un sistema situado “al otro lado” y en consecuencia se convierten en "administradores de la verdad".

Unos y otros, han sido y serán víctimas. En uno u otro lado habrá gente ruin. Es obvio.
Si pudiéramos cambiar  posiciones… ¿Cuál sería el resultado?
Posiblemente el mismo: todos víctimas.

jueves, 20 de septiembre de 2012

Después de todo era invierno. El lector de Julio Verne



La gente dice que en la meseta norte siempre hace frio, pero aquel día, comenzada ya la tarde el termómetro hacía guiños al puesto  37 de su escala. En consecuencia,  la opción razonable se imponía: bajar la persiana y esperar que pasadas unas horas, los casi 900 metros de altitud llevasen  el mercurio a cotas más razonables.
Sin asociación alguna de ideas, me vino a la memoria Almudena Grandes. En su día, Pedro Ojeda desde el club de lectura de La Acequia, propuso como actividad tras el reposo veraniego El lector de Julio Verne. La circunstancia era propicia para una primera toma de contacto con la obra, y en eso se quedó el intento.

El sol buscaba su hueco en el horizonte, la calle se volvió tentadora, pero ahí estaba yo, analizando línea por línea la novela sin pasar de las dos primeras páginas. Recursos a mi juicio  bien trabajados en el comienzo hacen que el lector, especialmente si esta familiarizado con la climatología adversa, vea el hielo. Sienta el frío.

... y luego viento, un  viento tan cruel y delicado como si estuviera hecho de cristal, un cristal aéreo y transparente que bajaba silbando de la sierra sin levantar polvo de las calles.

Al viento se le antojaba perseguirnos por las callejas y arañarnos la cara con sus uñas de cristal….

… mi nariz que se despertaba en mi cara como un apéndice helado, casi ajeno, antes que yo mismo.

La narración detiene el tiempo en este fragmento sobre el frío, los sentimientos del personaje detienen la acción, y yo, quizá como animal mesetario he sucumbido a una descripción que utilizando técnicas cinematográficas me ha hecho recordar sensaciones vividas en muchas  ocasiones durante los largos inviernos de Castilla.

Ha pasado un tiempo.  He superado las dos primeras páginas y hoy,  a punto de comenzar el otoño, continúo la lectura