Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 30 de mayo de 2013

Paisaje andaluz con nostalgia de Castilla


Campos de Baeza

Don Antonio Machado, afincado ya en Baeza, quiere recrear el paisaje andaluz, como hizo con el soriano, pero los días felices en compañía de Leonor se lo impiden.

Así ocurre en, Caminos:  
“..y grises olivares
por los alegres campos de Baeza..”

Mas no puede olvidar:
“..los mustios olmos de la carretera..”

Ni dejar de sentir:
“¡Ay, ya no puedo caminar con ella!”

Y del mismo modo, En estos campos de la tierra mía:
"Y extranjero en los campos de mi tierra
-yo tuve patria donde corre el Duero…”

O en, Otro viaje:
“Ya en los campos de Jaén
amanece…”

Pero el recuerdo presiona:
“Y recuerdo otro viaje
Hacia las tierras del Duero…”

Y el sentimiento lo  persigue:
“¡Y alegría
de un viajar en compañía!..”

Estos versos dan fe de  un bloqueo creativo provocado por los sentimientos que don Antonio   rompe  con otra poesía de tono social, de preocupación y clara denuncia por la España frívola, fanfarrona y superficialmente piadosa que veía. Estamos ante otro Machado cuando leemos:
  • Del pasado efímero.
  • Llanto de las virtudes y coplas por la muerte de don Guido.
  • El mañana efímero.
  • Una España joven…

Es una experiencia comparativa que a este lector le ha parecido  interesante y se atreve a recomendar.

Proverbios y cantares encierra una serie de pensamientos políticos y filosóficos entre los que se encuentran los archiconocidos:
Nunca perseguí la gloria…, Caminante…, Todo  pasa…

De Proverbios y cantares escogeremos el XXX como cierre de estas lecturas:

El que espera desespera,
dice la voz popular.
¡Qué verdad tan verdadera!

La verdad es lo que es,
y sigue siendo verdad
aunque se piense al revés. 


Castilla permanece como lugar soñado de quien ya no está,

jueves, 23 de mayo de 2013

Clamor desde Baeza: A José María Palacio




Nuestra Señora del Espino (Soria) 

Tras la muerte de Leonor, Machado se transforma.  Si antes hizo hincapié en el descuido de los campos, la miseria y la incultura de Castilla  la Vieja, ahora escribe en un tono más íntimo con el recuerdo permanente a “su niña”, su mujer,  tanto en el desgarrador “Señor ya me arrancaste lo que más quería…” como en “Soñé que tú me llevabas…” o“ Una noche de verano…”, cargados todos  de sentimiento.
Desde Baeza los paisajes de Castilla continúan en su memoria: la estepa del alto Duero, los campanarios, las mulas pardas, los labriegos que siembran los tardíos…, la modesta primavera soriana vista desde la distancia adquiere especial belleza.

En el poema A José María Palacio -periodista y amigo-  evoca la primavera como metáfora de juventud y  reflejo de su  estado de ánimo.  Ve  en el renacer de la naturaleza, el símbolo de una  esperanza inalcanzable: el renacer de la joven esposa muerta. Es una carta premeditadamente incontestada en la que Machado pregunta e imagina utilizando expresiones del pueblo, entrañables, sencillas, fáciles de entender dejando  en el aire las respuestas.

¿Tienen los viejos olmos
Algunas hojas nuevas?
              ---
Por esos campanarios
Ya habrán ido llegando las cigüeñas
              ---
¿Hay ciruelos en flor? ¿Quedan violetas?

La  melancolía se hace presente en don Antonio ante una  realidad: la lejanía física del lugar donde compartió con Leonor la primavera en torno a la cual, construye poemas que la inmortalizan  para que se mantenga  viva en el pensamiento del lector.
Esta carta incontestada conserva su historia íntima, encerrada en  una especie de confidencia que el poeta comparte con el lector haciendo  un ruego al amigo:

Con los primeros lirios
Y las primeras rosas de las huertas,
En una tarde azul, sube al Espino,
Al alto Espino donde está su tierra.

En el cementerio, contiguo a la iglesia de Nuestra Señora del Espino (Soria) reposan en los restos de Leonor A las afueras de la iglesia hay un olmo seco con un poema impreso al lado. Con seguridad José María Palacio tomó algunas rosas y subió al Espino. De esta forma, con esta delicadeza el poeta herido por el rayo del dolor perpetúa el recuerdo de su esposa.

¡Subamos al Espino! 

jueves, 16 de mayo de 2013

La herencia de Caín en la meseta castellana



Laguna Negra (Picos de Urbión) Soria

No es de recibo referirse a Campos de Castilla sin citar Retrato, A orillas del Duero, Campos de Soria, o A José María de Palacio y, ¡cómo no! A un olmo seco.
Pensando en  una nueva entrada, y tal vez llevados del castellanismo , por nostalgia hacia el encanto natural de los romances de ciego, o por ninguna otra razón, nos afincamos en esta ocasión en La tierra de Alvargonzález, que dentro del poemario es –permítaseme- un caso aparte.

Indagando sobre La tierra de Alvargonzález, aparecen tres versiones  del texto: una en prosa escrita para Mundial Magazine (Paris, enero 1912) y dos en verso, la publicada en La Lectura (Madrid abril 1912) y la que se incluye en Campos de Castilla (junio 1912).

La  versión en prosa, posiblemente escrita en los últimos meses de bienestar de Leonor, se transformó en romance.  Cabe preguntarse si, partiendo de una leyenda, se trata de un ensayo de romance  de ciego a comienzos del siglo XX apoyado en la frecuencia con que los crímenes por envidias o herencia se sucedían en la España profunda. A este respecto, en la versión prosa, el campesino-narrador afirma:

En las pequeñas ciudades, las gentes se apasionan del juego y de la política, como en las grandes, del arte y de la pornografía -ocios de mercaderes-, pero en los campos sólo interesan las labores que reclaman la tierra y los crímenes de los hombres.

Lo tomamos como romance, por cuanto que describe naturaleza y humanidad en su versión truculenta contada con  el detalle necesario para convencer. Es la historia de una familia en la que los dos hijos mayores que matan al padre para acelerar su parte en la herencia y resultan ajusticiados mágicamente por la naturaleza, en la misma laguna en la que lastrado, hundieron a Alvargonzález.

Don Antonio recogió críticas y aplausos por lo que posiblemente fue un intento de recuperación de un género en su versión menos culta (romance de ciego). Quizá el poema peca  de  descriptivo, lo que lleva a que el lector se pierda en determinados momentos. En cualquier caso abrir fuego tiene su riesgo. Ayuda a comprenderlo que el Duque de Rivas y Zorrilla utilizaron el romance en su versión histórica, Valle Inclán también se sirvió de él;  Lorca lo  modernizó. Juan Ramón Jiménez, a quien está dedicado no aprobó este trabajo de Machado.

jueves, 9 de mayo de 2013

A orillas del Duero. Campos de Castilla, Antonio Machado



Castillo de Gormaz

Caminar A orillas del Duero es sin lugar a dudas una actividad saludable, hacerlo acompañado de Don Antonio Machado una sensación repetible tantas veces como el lector quiera adentrarse en su obra, intentar un comentario sobre Campos de Castilla supone para este lector una labor a la que se enfrenta con respetable temor.
Abordamos lectura y comentario como un paseo con la compañía de excepción del poeta-protagonista.

El poema narra casi con precisión cinematográfica, paisaje, sensaciones, olores, montes y lomas mientras  caminamos no sin esfuerzo hacia un cerro cercano desde donde se divisa el Duero con el puente,  por el que atraviesan ¡tan diminutos! ya por la distancia lejanos pasajeros

“El Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla”.

Tal vez  de la soledad, tal vez  del silencio, tal vez  de la grandeza abrupta del paisaje surge la reflexión en términos realmente crudos sobre la pobreza de los campos y la miseria de unas gentes cuyo único destino parece la emigración….

¡Oh, tierra triste y noble, 
la de los altos llanos y yermos y roquedas, 
de campos sin arados, regatos ni arboledas; 
decrépitas ciudades, caminos sin mesones, 
y atónitos palurdos sin danzas ni canciones 
que aún van, abandonando el mortecino hogar, 
como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!”
 

…Y no menos duras consideraciones históricas entonadas como un lamento

“La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, 
madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes”.


“Castilla miserable, ayer dominadora, 
envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora”. 


Los versos son indudablemente fuertes, de apariencia despectiva. La  Soria que ve Machado es fértil para el espíritu,  grande para la historia y triste para su realidad.

Iniciado el descenso recobramos la paz el poeta serena sus pensamientos. Suenan las campanas de la iglesia, las viejas piadosas acuden a rezar y el mesón abierto espera a los caminantes. Dos simpáticas comadrejas alegran la senda.

Mi atrevimiento ha llegado a percibir cinematografía en Machado. ¡Perdón!

jueves, 2 de mayo de 2013

Retrato de un poeta…, en Campos de Castilla


Antonio Machado y Leonor el día de su boda 

El espectacular progreso de la fotografía hacia mitad del siglo XIX cambió el concepto de retrato encomendado hasta entonces al único fedatario público posible: el pintor. La nueva técnica se convirtió en competidora y aliada del pintor impresionista. Monet tuvo hasta cuatro cámaras, y Degas experimentó con una de las primeras cámaras portátiles de Kodak.

Retrato, publicado en 1908 ocupa, no por azar, en Campos de Castilla el lugar del prólogo. Sus primeros versos son una añoranza de la Sevilla natal, su juventud en Castilla –indudablemente se refiere a la Nueva; apenas hace dos años que Don Antonio está en Soria- y un paso de página a tiempos anteriores.
¿Qué hace en “provincias” un poeta de vida bohemia y tertulias de café que ya ha publicado (1903) Soledades y colabora en periódicos?

Machado sacó unas oposiciones en las que la opción de destino se limitaba a dos provincias, tenía que comer, y eligió Soria. Quedaría por tanto razonada su nostalgia; vamos comprendiendo el Retrato.

Ahondando en él, otra estrofa nos lo amplía. Su éxito con las mujeres era modesto, no seductor y de “torpe aliño indumentario”. Tal vez la flecha de Cupido se refiera ya a Leonor, casi veinte años menor que él, con la que se casó en 1909.

Con el interés de arqueólogo en yacimiento (literario) seguimos analizando el Retrato hallado. Los versos nueve al veinte aportan nueva luz. Lo que en principio es afinidad con las ideas modernistas: Adoro la hermosura…., versos más abajo nos confunde: Ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar…, tenores huecos..., coro de grillos.
Sería aceptable admitir una transformación en el poeta a partir de su nuevo estado: el amor, la grandeza de las cosas sencillas y el duro entorno soriano, le separan de la superficialidad bohemia y así lo manifiesta en :

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

La estrofa confirma, con un punto de orgullosa reivindicación, la obligación de trabajar para vivir y satisfacer las necesidades entregando su obra sin compensaciones.

Campos de Castilla se publicó en la primavera de 1912 con una tirada de dos mil trescientos ejemplares. Don Antonio recibió por ello trescientas pesetas. Por supuesto no estamos en condiciones de valorar si la remuneración era acorde con la obra, citamos el dato como aportación histórica.

Al margen del tratamiento un tanto anecdótico del que hacemos gala en esta entrada, Campos de Castilla sin duda encierra –tendremos ocasión de comprobarlo- mayor profundidad.

Sugerencia: 
Poema en audio: Retrato de Antonio Machado por Fernando Fernán Gómez