Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

viernes, 26 de diciembre de 2014

Varados en La Isla del Náufrago. La sonrisa robada, José Antonio Abella


En ocasiones lo que se admite habitualmente llega a adquirir fuerza jurídica. La costumbre se hace ley que dice el refranero. Hace un tiempo, no demasiado, la frase “toda semejanza con la realidad es pura coincidencia” –vano intento de mostrar originalidad- tuvo gran predicamento. Hoy, especialmente en las “pelis” que los fines de semana pueblan nuestras ya no tan pequeñas pantallas, lo que impera es que, la historia a transmitir esté “basada en hechos reales”. El objetivo es, de cualquier modo, que un producto sea comercial, que alcance al gran público.

En La sonrisa robada de José Antonio Abella, toda semejanza con la realidad es pura y dura semejanza. Isla del Náufrago Ediciones responsable de que la novela se haya editado tiene su razón de ser “basada en hechos reales”

Isla del Náufrago, Ediciones,  es el proyecto editorial de la Asociación Cultural Isla del Naúfrago, con sede en Segovia, España.  (Reg. A. JCyL Nº 2606CL/Ley Orgánica 1/2002).  Sus principales objetivos son el fomento de la lectura en pequeñas localidades alejadas de centros culturales y la promoción de autores avalados por la calidad literaria de sus textos.

Ruego desde aquí a autor y editora disculpen tan odiosas comparaciones, pero de algún modo había de empezar. Las primeras indagaciones acerca del libro propuesto para la lectura de este periodo, lo fueron vía Internet, medio por el que amerizamos en La Isla del Náufrago. Creada en 2010 por un  médico rural, escritor y escultor  nacido en Burgos que vive en Segovia para, recogiendo sus palabras:

[…] escribiendo en la marginalidad, que esto ocurre en una ciudad de provincias como Segovia,  no dejar de ser un náufrago en busca de una isla para sobrevivir.

Hoy, especialmente en ese “tótum revolútum” que son los espacios libreros de las grandes superficies, no pocas librerías y algunos suplementos culturales, reinan los best sellers, los superventas, los más vendidos. En el caso de La sonrisa robada ninguna de las editoriales a las que Abella envió la novela, contestó para siquiera confirmar su lectura. La Asociación Cultural Isla del Náufrago en la que radica el proyecto de la editora, destina los beneficios editoriales de la venta, a sus fines culturales y a proyectos de alfabetización en América Latina.


Hay muchas. Muchísimas más razones que intentaré presentar en próximas entradas para  leer La sonrisa robada y, ¡por qué no!, otras publicaciones que los supervivientes del naufragio conservan celosamente en su Isla.   

jueves, 18 de diciembre de 2014

Stettin años cincuenta. La sonrisa robada, José Antonio Abella

Stettin 1940

No llovía como en Flensburg pero una niebla obstinada y cerril dibujaba un cuadro surrealista difuminando paisajes y calles; los escasos transeúntes más parecían sombras fantasmales que ciudadanos camino de cumplir con la diaria labor. La bufanda mimando la garganta, el cuello del abrigo subido, las manos en los bolsillos, en bandolera el portátil y un fárrago de pensamientos desordenados y confusos: segunda guerra mundial, Alemania, Polonia años cincuenta… Habrá que documentarse.

Sí. Creo que fue en septiembre de 1939 cuando Alemania simulando el ataque a un puesto fronterizo invadió Polonia; los aliados le  dieron dos días para abandonar Polonia, transcurridos los cuales le declararon la guerra con resultado prácticamente nulo para los polacos.  A mediados del mismo mes la Unión soviética mediante acuerdo con Alemania, inició una ofensiva por el este, creando el caos en las defensas polacas incapaces de contener dos frentes a la vez. Las últimas unidades polacas se rindieron el 6 de octubre. Las banderas nazis empezaron a ondear en los edificios públicos y las  campanas de las iglesias a sonar, mientras sacerdotes, profesores, maestros y figuras destacadas de la ciudad eran detenidas junto a los judíos. Polonia, nunca se rindió oficialmente, consiguió crear un poderoso movimiento de resistencia en la sombra que colaboró con los aliados durante el resto de la Segunda Guerra.
Bajo la ocupación alemana se procedió a la partición de Polonia: por una parte los territorios del centro y sudoeste del país administrados por el Gobierno General, por otra las regiones que debían ser anexionadas al Reich. En estas últimas regiones germanizadas, se procedió a un programa intensivo de limpieza étnica.

Esta era la situación en Polonia cuando Edelgard, en su ciudad, abandonaba la infancia para entrar en la pubertad. Diez años más tarde comenzaba una relación epistolar con José Fernández Arroyo. Presumiblemente cuando en 1953 este materializó su sueño la imagen que arropando sus ilusiones al inicio del periplo llevaba de Stettin fuera parecida a lo que tras algunas consultas hemos fabricado. O al menos así queremos pensarlo.

Stettin (ahora Szczecin). Su ubicación en el extremo izquierdo de Polonia, sus lazos culturales y económicos con Alemania, su puerto y astillero hacen de la ciudad uno de los mayores centros comerciales y de tránsito.  Cuenta con un centro histórico medieval lamentablemente destruido durante la guerra, del que se han salvado algunos monumentos y edificios. Por su arquitectura ha sido considerada como “el Paris del Norte”. El corazón de la ciudad es una plaza en forma de estrella con muchas avenidas que parten a diversas direcciones. Otro de sus atractivos reside en el verdor exuberante de los numerosos ríos, lagos, bosques y parques que constituyen la mitad del área de la ciudad.

Sus principios se remontan al siglo VIII cuando la cima del castillo fue habitada por colonos eslavos. Durante mucho tiempo perteneció a los duques de Pomerania del Oeste, descendientes de la dinastía que reinaba en Polonia. En 1913 se abrió el canal que conecta Szczecin con Berlín, lo que  aumentó su actividad portuaria. En la segunda mitad del siglo XIX la industria se desarrolló rápidamente gracias al aumento de tráfico en el puerto marítimo. Aunque la imagen original de la ciudad ha cambiado mucho, su carácter único junto con la excepcionalidad de su arquitectura art nouveau  hacen que mantenga su encanto.

Sustituida la natural niebla por el artificio más práctico de las pantallas de neón, su humedad por la sequedad de la calefacción y varios libros sobre la mesa, intentamos -ante la imposibilidad de contar con Lufthansa como Abella- satisfacer nuestra necesidad de conocimientos recurriendo a otras fuentes como paso previo a la contundente  lectura de La sonrisa robada.


jueves, 11 de diciembre de 2014

Del recuerdo al testimonio documentado. Abordamos una nueva lectura: La sonrisa robada de José Antonio Abella


Concluimos la lectura de Nada: “Unos momentos después, la calle Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí”. Y comenzamos la de La sonrisa robada:LLUEVE SOBRE FLENSBURG”.

La España de 1945 sujeta a los condicionamientos de una dictadura, no era terreno propicio para el florecimiento de libertades. Posiblemente por esto en Nada no se habla de los actos políticos o religiosos con los que el régimen intentaba hacerse presente en la ciudad europea, abierta, industrial y, culta, pero… conquistada al fin. Ni se habla de la  Falange ni aparece ningún personaje falangista. Tampoco se utiliza un vocabulario oficial franquista, ni los nombres franquistas de las calles de Barcelona. No hay referencias al clima de represión política en la Universidad ni a las persecuciones y seguimientos diarios de los disidentes, ni a la situación de otro mundo que no sea el entorno burgués decadente o no en el que se desenvuelve Andrea. Todo esto nos lleva a otra nueva conclusión: estamos ante una obra políticamente muy bien estructurada. Acudiendo a la biografía resulta interesante recordar que Manuel Cerezales, crítico y periodista literario, con quien posteriormente contrae matrimonio, anima a Carmen Laforet, tras leer el borrador de Nada, para que se presente a la primera convocatoria del Premio Nadal que como es sabido gana en 1945. Entra dentro de la lógica, además de ser habitual, que el autor someta su obra a la consideración de otro profesional y/o editor que ayude en la adaptación. Por tanto, con tutoría o sin ella, Nada tiene garantizado un lugar preferente en el estudio de la novela española.



Del recuerdo en Nada, pasaremos, por lo que se desprende de las referencias recogidas a vivir, a través del testimonio documentado de Abella, episodios de la Segunda Guerra Mundial, desde una óptica diferente a la  acostumbrada  con La sonrisa robada.



¡Comencemos!

jueves, 4 de diciembre de 2014

Obstáculos. Nada, Carmen Laforet

Estación Rosa de Lima (Burgos)

 -Parte sí, pero todo… Todo, no.

Sabía que  el maldito despertador atrasaba siete minutos y también  que era más eficaz en su misión si le programaba en buzzer; la función radio es menos agresiva, propicia esos –como ocurriera hoy- intervalos de espera en posición horizontal antes de levantarse oyendo sin prestar atención a lo que se oye. Tampoco preparó el neceser, ni la ropa, pero, total son cuatro cosas -¡Para un día!
Lo peor fue que el maldito bolso de cabina se empeñaba en no aparecer y no quería llevar el trolley.  -¡Es un trasto!

 -Llamaré a un taxi. Mejor lo tomo abajo. Esta calle es muy céntrica, en el tiempo de llamar termino de vestirme.
 -Todo, no. Todo no puede ser culpa mía. ¿Dónde diablos están hoy los taxis?
 -¡Por fin! ¡Taxi! ¡Taxi!... A la estación de ferrocarril ¡rápido!
 -No se preocupe llegaremos.

No quería echar leña al fuego, y calló. Habría ido mejor por el bulevar. Seguramente intentaba alargar el trayecto, lo que les importa a estos es que el taxímetro suba. Tenía claro que no llegaba a tiempo. Por el billete no había de preocuparse, tenía un abono mensual.
El taxi inesperadamente paró. La maraña boscosa, a veces no nos deja ver los árboles.

 -Ya estamos. Por el bulevar hubiéramos pillado obras. Son cuatro cincuenta.
-Quédese el cambio. ¡Gracias!
 -A usted. ¡Buen viaje!

Al fin los obstáculos se habían salvado, le sobraban tres minutos, la culpa fue del agitado día anterior. Lo del “mal de ojo” es una tontería, pero las fuerzas del sino le había sido adversas, no hay duda. Haría el trayecto leyendo, Nada estaba allí desde la semana pasada. Tendría tiempo sobrado para terminar la lectura.

 -¡El móvil! ¡Me he dejado el móvil! ¡Mejor! Bien pensado hace unos años no sabíamos que existía y vivíamos igual. De cualquier modo ya no tiene solución.

Por megafonía anunciaron la salida y el reptil mecánico presto a la orden, primero lentamente, luego a gran velocidad comenzó a deslizarse disciplinado por el camino paralelo que le habían marcado. Asociación de ideas. El tren de Andrea, era con seguridad, menos rápido y más ruidoso, pensó en Nada, en Andrea, en los obstáculos  que tras abandonar la estación salieron al encuentro de la protagonista.

Moral represiva
La iniciación de una muchacha que llega a la gran ciudad con dieciocho años resulta un tanto desesperante. Tía Angustias aparece dispuesta a exigir un cumplimiento escrupuloso de sus órdenes y a controlar los movimientos de Andrea. Esta mujer frustrada ve en la ciudad un infierno del que ella debe salvar a su sobrina Representa la moral represiva, el orden disciplinario, pero también la falsa moralidad de la sociedad biempensante. Cuando tía Angustias decide marcharse, Andrea ve su liberación.

Hambre
Provocado en gran parte por su proceder infantil e inmaduro, el hambre, atroz que padece en la segunda parte llega a desequilibrar a Andrea no solo por el problema físico de la inanición; psicológicamente, su penuria contrasta con la abundancia de la familia de Ena y el derroche de la fiesta de Pons. Las dos situaciones conjuntadas llegan a convertirse en obstáculo insufrible.

Desengaños
Andrea siente asco cuando Gerardo importuno y paternalista, con quien se había citado, no pierde la oportunidad de besarla. Pons compañero de universidad,  le sirve de enlace con un grupo de jóvenes bohemios que se reúnen en el estudio de Guíxols; le proporciona la sugestión de un cortejo invitándole a un baile para, en el mismo, rodeado de gente de su clase, ignorarla tal vez por su pobreza, por su aspecto. A este nuevo obstáculo de la decepción amorosa,  se suman la relación de  Ena con Román y la de este con la madre de Ena. Andrea vaga a la deriva por los empujes que reciba de una y otra parte.

El tren acortaba distancias difuminando paisajes y objetos en razón directa a su velocidad. La mañana era fresca, la ventanilla lloraba las diferencias de temperatura. En estas meditaciones se le había ido parte del trayecto, sacó el marca páginas de su alojamiento: Tercera parte.

 –Me dará tiempo a terminar la novela –pensó.

“Cuando estuvimos frente a frente en el café, en el momento de sentarnos, aún era yo la criatura encogida y amargada a quien le habían roto un sueño. Luego me fue invadiendo el deseo de oír lo que la madre de Ena, de un momento a otro, iba a decirme. Me olvidé de mí, y al fin encontré la paz”.

Andrea está ya cansada de vivir entre los  dos mundos en que se había convertido su vida. Ha traspasado el umbral de la inocencia, empieza a comprender, a moderar sus entusiasmos.

“El aire  de la mañana estimulaba. El suelo aparecía mojado con el rocío de la noche. Antes de entrar en el auto alcé los ojos hacia la casa en la que había vivido un año. Los primeros rayos de sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí”.

Sumido en estas reflexiones el viajero apenas se percató de como el sol de la mañana reflejado en la  pérgola de la estación, parecía  hacer guiños de cita al reptil mecánico que supuestamente halagado por ello o por otra perentoria necesidad iba disminuyendo su marcha. Solo cuando se detuvo devolvió Nada a su lugar en el bolso y se dirigió a la cafetería.


 -Un café con leche y un croissant, ¡Por favor!