Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

miércoles, 23 de diciembre de 2015

EL NATURALISMO DE DOÑA EMILIA: Los pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán


El Ángelus, Jean François Millet

La naturaleza, exuberante, salvaje y desnuda, presente constantemente en Los pazos juega un papel fundamental en la novela.
En algún lugar de nuestra entrada anterior de cuya posición no es preciso acordarse, figuraba -posiblemente con alevosía- el anterior párrafo. Pedro Ojeda desde La Acequia en los últimos párrafos de su entrada Contexto para comprender los pazos de Ulloa afirmaba que:
Emilia Pardo Bazán nos propone su propia adaptación del naturalismo frente al seguidismo ciego de otros novelistas europeos del momento.
Este no muy diestro artesano, quisiera, entretejiendo ambos mimbres, elaborar un cestillo en el que recoger el “Naturalismo a la española” de Doña Emilia Pardo Bazán. Veamos lo que resulta.
Tal vez, debiéramos empezar por decir que el Realismo, movimiento literario (también artístico y cultural) que el novelista francés Stendhal definió como “un espejo que refleja todo lo que ve en la realidad: lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo”; sustituyó  al Romanticismo en toda Europa. El salto cualitativo de uno a otro movimiento fue muy importante: se pasó de la narración idealizada:
“Llegaron dos doncellas que en el menor espacio de tiempo posible recogieron sus hermosos cabellos sobre su frente y los prendieron con una rica diadema de esmeraldas…” El doncel de don Enrique el doliente (Mariano José de Larra).
a la real:
“Nunca había parecido su cabeza [Julián fue decapitado][1] tan poética como en el momento en que iba a caer. […] Cuando Fouqué reunió las fuerzas suficientes para mirar, [Matilde][2] había colocado encima de una mesita de mármol, ante ella, la cabeza de Julián y la besaba en la frente…” Rojo y negro (Stendhal)
En España, el descarnado y analítico realismo francés no fue asumido en su integridad; evolucionó, partiendo del romanticismo rebelde de Larra, hacia supuestos locales con mayor carga de sentimientos apuntados ya en El cantar de Mío Cid, la novela picaresca y El Quijote. No todos los autores adoptaron las nuevas formas, algunos optaron por el mantenimiento del orden moral y la Iglesia Católica, otros por una sociedad progresista, liberal y anticlerical. Entre estos están Galdós, Clarín, Blasco Ibáñez… y Emilia Pardo Bazán; los tradicionalistas como Pereda o Alarcón no aceptaron el Naturalismo. 
Acotado el contexto, se impone hablar ahora de Emilia Pardo Bazán, sin perder el norte de lo que en su tiempo suponía: ser mujer, escritora, católica practicante, condesa, y para asombro de la época, defensora en parte de la particular forma en que Zola concebía la realidad. Doña Emilia rechaza de Zola los aspectos morbosos y repugnantes pero admite cierta aspereza en descripciones y lenguaje; defiende en suma la forma, no el objetivo. “Le agrada el espíritu moderno y científico de la época, pero rehúsa reducir al hombre a máquina determinada por causas exteriores y ciegas” (Manual Pedraza, Literatura del Realismo).
En Los Pazos, el Naturalismo es más humano que el de Zola, podríamos decir que: optimista,  tierno y compasivo. Su visión de lo natural señalando la contraposición entre la idílica visión del campo  y los instintos primitivos de la vida rural tiene un papel importante en la narración. Mantiene temas recurrentes en el movimiento como la crítica contra algunas realidades: la oligarquía, el caciquismo, la corrupción política, la moral corroída por el adulterio, las diferencias sociales y la manipulación de los votos. Contiene descripciones detalladas y extensas, posiblemente excesivas para el lector de hoy. La figura del sacerdote, consejero y guía en unos casos, encubridor manipulador a veces; enamorado en otras. A este respecto, Pardo Bazán cubre la relación de Julián bajo la envoltura de la protección al débil (Nucha y Manuela) dotando al cura de un aire de ingenuidad: “Desnudose honestamente colocando la ropa en una silla a medida que se la quitaba”.

Historia, naturaleza, religiosidad, paganismo, violencia, sensualidad, feudalismo, barbarie, ciudad, campo y naturaleza forman el entramado de Los Pazos de Ulloa que, bajo el marco de la vida rural gallega, se refleja en el espejo Naturalista de Doña Emilia Pardo Bazán.



[1] Acotación mía
[2] Acotación mía

miércoles, 16 de diciembre de 2015

CUANDO DOS MUNDOS CHOCAN: Los Pazos de Ulloa, Emilia Pardo Bazán

Cueva carbonera
Oblicuamente, a intervalos, entre el motín de amenazantes nubes grises, los rayos de sol caían en los zarzales y setos.
Jinete de escasa maestría hípica, colorado como pimiento choricero, cubierto el negro traje de dudoso corte con el polvo ocre del camino, el curilla, imberbe, se balanceaba con más miedo que vergüenza sobre el arzón, asido  con una mano a las riendas y la otra al cuello del jaco.
Espaciadamente primero, atropellándose unas a otras después,  las gotas de agua traspasaron la barrera del pinar deslavazando el sombrero de teja amarronado por el tiempo; de su ala, al compás de la caballería, cortinillas de agua ora delante ora detrás, buscaban encontrarse con el polvo -ahora barro- del camino. Las nubes,  oscureciendo aún más la bóveda del bosque y la tarde que declinaba daban a caballero y montura el aspecto de fantasmagórico “mobile art”.  En medio de la tragedia la suerte se puso de su lado en forma de boca de cueva carbonera, que vino a aliviar la situación dando cobijo al dúo viajero.
Bien la satisfacción de estar a cubierto, el calor húmedo y pegajoso de la cueva o la vegetación que desde su resguardo podía contemplarse trajeron a Julián Álvarez el recuerdo de una lectura: “la lluvia es madre y madrastra, riega e inunda, salva y mata”. La sentencia vino a ser para el futuro capellán administrador de los Pazos de Ulloa como una premonición de lo que le tenía reservado su nuevo destino: el choque entre dos mundos; el rural, y el urbano.

MADRASTRA
Físicamente fuerte, don Pedro Moscoso, a la sazón marqués de Ulloa, incapaz de dominar sus instintos, violento e inmoral, encarna la naturaleza salvaje. Auténtico señor feudal mimetizado con las fuerzas naturales, se rodea de cuantos, como él, viven aislados de la civilización.
Su mayordomo, Primitivo, gobernante de facto de los pazos y la comarca del Cebre, capaz de emborrachar a su nieto, es la personificación de la brutalidad.
"Y metiendo en la mano del niño la moneda de cobre y entre sus labios la botella destapada y terciada aún de vino, la inclinó, la mantuvo así hasta que todo el licor pasó al estómago de Perucho".
Sabel, encarna la vitalidad de la naturaleza de la que su vida es reflejo; actúa sin prejuicios en función del instinto y la oportunidad. Permite, inmersa en ese mundo bárbaro el maltrato de Perucho sin que ello en el contexto del ambiente narrado suponga desamor.

MADRE
Julián, educado en Santiago, incluso salvando su condición de cura, tiene convicciones morales totalmente opuestas a las de don Pedro. Débil por naturaleza, su formación no ha sido capaz de dotarlo de la fortaleza necesaria para superar un temperamento nervioso, aspecto afeminado y un  exceso de puritanismo.
“Con los replugos de una monja y pudores de doncella intacta”
Marcelina (Nucha) educada y criada en Santiago, no la más agraciada de la hijas de don Manuel Pardo de la Lage, pero sí, la más bondadosa, -flor de ciudad trasplantada a la naturaleza salvaje- ha de casarse con don Pedro Moscoso precisamente por la intervención del cura. Profundamente espiritual, se ve incapaz de sobrevivir en el primitivismo de los Pazos. Su debilidad, también física se contrapone especialmente durante la gestación y el parto de Manuela con la facilidad con que parió la criada a Perucho.

***
En Los Pazos de Ulloa hay dos grupos humanos representados o representativos del medio en que viven: el fuerte, perteneciente a la tierra salvaje y primitiva y el débil: trasplantado de la ciudad sin posibilidad de adaptación a usos, costumbres o paisaje. La naturaleza, exuberante, salvaje y desnuda, presente constantemente en Los Pazos (Naturalismo), juega un papel fundamental en la novela y así lo manifiesta el narrador en referencia al curita:
“La naturaleza le parecía difícil de comprender y casi le infundía temor…”
No ocurre tal a don Pedro y los habituales en los Pazos. Su vida corre pareja a la evolución de la naturaleza sin freno a la oportunidad y el instinto.
La vida de los pequeños Manuela y Perucho encuentra su desarrollo en la segunda parte de Los Pazos: La madre naturaleza.



miércoles, 25 de noviembre de 2015

APUNTE PREVIO: Los Pazos de Ulloa. Emilia Pardo Bazán


Doña Emilia Pardo Bazán desde el pazo del supuesto marqués de Ulloa, más que inventora de un mundo de ficción se convierte, en mi opinión, en observadora de una realidad contemplada en el atractivo marco de la campiña gallega donde tiene su asiento  un decrépito caserón escenario de concubinato, dudas y tentaciones de cura, amores de madre, decadencia familiar, naturaleza -Naturalismo-  y ambiente primitivo que prostituye la vida política y moral. Como dice nuestro profe: un novelón. Para leer “corriendito” –añadiría yo.

sábado, 21 de noviembre de 2015

miércoles, 18 de noviembre de 2015

DIÁLOGO SOBRE EL MUDEJARILLO de José Jiménez Lozano


Paisaje de Úbeda con la Sierra Mágina al fondo
Confortados por el “veranillo de san Martín” se encontraron un día de noviembre en la entrada de la librería, lugar donde ambos recalan con frecuencia. El más joven viene a ser un transeúnte callejero extrovertido y mirón de la vida urbana, el mayor por el contrario introvertido solitario y culto gusta del cobijo de la casa. En cualquier caso son buenos amigos, comparten y comentan  lecturas.
-Acabo de leer El mudejarillo como me recomendaste
-¿Y bien?
-Pues… no sé; es como la sencillez en estado puro, como si el narrador fuera  en ocasiones un niño. Desde luego hay que tener presente de quien está hablando el narrador. Quiero imaginarme a un no conocedor del santoral cristiano y creo que se perdería.
-No hace falta ser cristiano para conocen la obra de Juan de la Cruz. De todas formas creo que te dejé un apunte biográfico de sus primeros años como apoyo de la lectura.
-Me gusta empezar de cero “le plaisir de la découverte” y en este sentido si he de reconocer que la descripción de cuanto contenía Fontiveros es una solución magistral, una hoja por ambas caras señalando contenido hasta en sus más mínimos detalles. La pregunta y la respuesta de los niños se me han quedado grabadas. 
La torre, la iglesia, las campanas, […] Y los cristianos y los moriscos, y muchas cosas y muchos oficios más.
-       ¿Y cómo va a haber tantas cosas en tu pueblo si es más pequeño que Arévalo?
-      No sé.
-No me dices nada de los toques de ironía, el acercamiento al lenguaje de la época, la poetización del ambiente en que se desenvuelve fray Juan…
-¡Eh! ¡Para! ¡Para! Que te sigo como lector pero no soy de letras.
-¿Y el recurso del encuentro con Cervantes?
-¡Ah! ¿Pero también está Cervantes?
-Busca el capítulo de El señor Miguel:
-      Porque mi amigo andaba a vueltas con escribir un libro o novela sobre un hombre inocente que había conocido y que quería dejar el mundo limpio de injusticia y bellaquerías con el esfuerzo de su brazo […] tenía ya escrito algo y hasta mucho del libro del inocente, sobre todo cuando había estado en la cárcel…


-Tendré que volver a Jiménez Lozano, hasta ahora sólo había leído alguno de sus artículos en la tercera de ABC.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

PARA EMPEZAR A LEER: El mudejarillo. José Jiménez Lozano

Arévalo
Al comenzar la lectura de El mudejarillo de José Jiménez Lozano y a la vista de que un narrador anónimo al parecer  contemporáneo de San Juan de la Cruz recorre un camino paralelo al del santo,  decidí recurrir al pequeño tesoro de apuntes de Literatura del siglo XVI en dirección a la corriente que tiene como causa directa la Contrarreforma de mediados de siglo en busca de datos biográficos de Juan de Yepes Álvarez.
   San Juan de la Cruz, segundo de los tres hijos del matrimonio formado por Gonzalo de Yepes y Catalina Álvarez, modestos tejedores de telas, nace en 1542, en Fontiveros, un pequeño pueblo de La Moraña en Ávila. El padre procedía de Toledo, a la madre se le adjudica - no confirmada documentalmente- una ascendencia judeoconversa. En cualquier caso parece que las diferencias de clase social y de nivel económico entre el padre y la madre fueron determinantes para el distanciamiento con la familia paterna.
   Quizá a consecuencia de la crisis agraria de Castilla cuando Juan era un niño fallecieron su padre y el segundo de sus hermanos: Luis;  la madre, viuda  y sin recursos, buscó sin éxito la ayuda de sus parientes. Tras el  fracaso se traslada a Arévalo, agrícola, pero con una pequeña industria textil, donde permanecen cuatro años  para, posteriormente, establecerse en Medina del Campo.
   Juan de Yepes vive en un ambiente de miseria, desnutrición y raquitismo infantil de los que se derivan escaso desarrollo y debilidad que lo encuadra en el grupo social de los “sin calidad” obligándolo a criarse como "pobre de solemnidad", diferenciado, eso sí, de los pobres vergonzantes o los vagos y maleantes en  que mediante la ayuda de instituciones de caridad podía asistir al Colegio de los Niños de la Doctrina a cambio de  realizar trabajos como la asistencia en el convento, ayudar a Misa y a los Oficios, acompañamiento de entierros y la práctica de pedir limosna.
   Subordinada a la enseñanza religiosa recibió en este centro mitad reformatorio, una formación por la que se libra del analfabetismo y le dispone para seguir estudios en el colegio de los jesuitas con la ayuda de dos mecenas: los mercaderes Rodrigo de Dueñas y Pedro Cuadrado, compaginando sus estudios con un trabajo asistencial en el hospital de Nuestra Señora de la Concepción de Medina, especializado en la curación de enfermedades venéreas.
   La educación recibida en Medina permite su ingreso en la Universidad de Salamanca y es a los veintiún años de edad, cuando a Juan de Yepes la vocación religiosa lo  lleva a ingresar en los Carmelitas de Medina, con el nombre de Juan de Santo Matía, renunciando a la ordenación sacerdotal paso previo necesario para ser nombrado capellán del Hospital y que hubiera solucionado los apuros económicos de la familia. La decisión evidencia ya su tendencia a la vida contemplativa.

Este acercamiento a Juan de la Cruz me ayudó en la lectura de El mudejarillo y a recrear la época y ambiente en que se desarrolló su vida. Queda ahora disfrutar de los rasgos poéticos que Jiménez Lozano nos regala.

lunes, 2 de noviembre de 2015

HABLAR DE SI MISMO, FÁBULA, CRÍTICA. El coloquio de los perros, Novelas ejemplares, Miguel de Cervantes.


  -¡No te lo vas a creer! Rebuscando en unas carpetas antiguas, ¿sabes lo que he encontrado? Es igual, ni lo intentes. ¡No vas a acertar! Anda, di, di, ¿ves cómo no? ¿te rindes?...
  -[¿…?]
  -¡Lo sabía!: un libro viejísimo de fábulas de Iriarte, lo he abierto al buen tun tun y a que no aciertas cual ha salido la primera, ¡bah! Ni lo intentes: la de los dos conejos ¿recuerdas?, sí mujer sí: la de galgos o podencos. De pequeña me la sabía de memoria.
Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré…
  -Vale, vale. ¡No irás a recitarla entera!
  -Porque no la recuerdo toda, que si no…, estaban muy bien, didácticas, con su pequeña moraleja y todo.
  -Eran otros tiempos en los que tal vez había que decir  cómo pensar o cómo  escribir.
  -También eran otros tiempos los de Cervantes: lee El coloquio de los perros y verás.
  -Lo he leído y no es lo mismo
  -¿No?
  -No. A primera vista parece un cuento de animales, pero Berganza es por decirlo de alguna forma un remedo del mismo Cervantes, no podemos olvidar su azarosa vida. Y Cipión a quien Berganza llama hermano es como la voz de su conciencia que establece la razón sobre el arte de escribir. Estoy de acuerdo contigo en que Esopo y Apuleyo están antes que Cervantes, pero él se sirve de los perros para contar su vida, o mejor dicho, de su visión y postura ante la vida que le tocó en suerte. Bajo el concepto de “ejemplar” pudo en sus novelas censurar y desahogarse de la injusticia, la mala suerte y de la falsedad de los hombres. No es una historia de animales, se trata de apuntar que en ocasiones los perros son más humanos que los hombres y estos más perros que los perros.
  -¡Bueno! ¡Vaya parrafada!
  -Perdona, pero es que me lanzo. Leyendo de esta forma apreciamos algo importante y es que no hay acritud en Cervantes al escribir El coloquio. Sitúa el punto de vista por encima de injusticias y falsedades con tono de tristeza.
  -Pues a mí, la escena de la moza hermosa que le quita la espuerta con la carne, me recuerda a la fábula El cuervo y el zorro de Samaniego.
  -Será por lo que a zorro/a se refiere, porque lo que realmente censura es que Berganza resulta castigado por lo que otros hicieron.
  -Y ya que te has puesto didáctica. ¿Qué me dices del episodio de los pastores?
  -Berganza abandona los rebaños con tristeza y desencanto; los tres pastores en los que el dueño confiaba incumplen su deber culpando a quien sí cumplía. La situación se asimila a la de los robos de los comisarios reales que hacían recaer la falta sobre sus inferiores indefensos por falta de audiencia. Muy interesante y actual es la referencia a los estudiantes de medicina. Los perros entienden mejor que los hombres la lógica de que la sociedad prepare profesionales en función de sus necesidades, no por moda o pública vanagloria.
  -Vale, pero y de la alusión a los gitanos que me dices, hoy sería motivo de escándalo.
  -Tú lo has dicho. Hoy. Eran tiempos y sociedades distintos, Cervantes trata de disipar el halo romántico y los condena por lo que hasta no hace mucho tiempo era socialmente admitido. En los pueblos cuando pasaba una caravana de gitanos sus habitantes se avisaban unos a otros y encerraban las gallinas. Pero no es aquí, aunque lo parezca donde reside el núcleo del mensaje, sino en la falta de fe. Condena a la etnia sin reprimirse:”¡Oh cuantas y cuáles cosas te pudiera decir, Cipión amigo desta morisca  canalla si no temiera no poderlas dar fin  en dos semanas!”. Para añadir a renglón seguido: “Por maravilla se hallará entre tantos uno que crea derechamente en la sagrada ley cristiana”. Cervantes manifiesta abiertamente su pasión por el Cristianismo.
  -Iba a decirte, en tono de broma por supuesto, que admito pulpo como animal de compañía, pero me has convencido. Los protagonistas son animales, no es fábula, pero... ¿no es algo inverosímil?
  -Quiero imaginarme a Cervantes tras escribir la primera parte de El Quijote con la idea, aparentemente disparatada, del diálogo de los perros de Mahudes ¿cómo hacerla verosímil? Para don Miguel no hay problema la dota admirablemente de verosimilitud con el Alférez Campuzano y el Licenciado Peralta en la novela previa  El casamiento engañoso con la que concluye El coloquio.
                                                              *  *   * 
"Los discretos perros callejeros Cipión y Berganza, que fueron bendecidos por el don del habla durante una noche, cosa sobrenatural y jamás vista, no pudieron gozar de los adelantos que disfrutan sus actuales congéneres de cuatro patas del siglo XXI".
Ramón Fontseré adapta El coloquio de los perros, de Cervantes para Els Joglars bajo el marchamo de: “el absurdo del mundo bípedo”.


miércoles, 28 de octubre de 2015

LA CEGUERA DEL ENTENDIMIENTO. El casamiento engañoso, Novelas ejemplares, Miguel de Cervantes.


Con El casamiento engañoso y El coloquio de los perros se cierran Las novelas ejemplares. Entendido que no son dos novelas, sino una, pienso en dos consideraciones, una: en cualquiera de los casos es necesario leer la primera para entender la segunda; dos: tal vez deban considerarse las Novelas ejemplares como un todo, como los tentáculos de un pulpo, todos pertenecientes a un mismo organismo y cada uno con su función, tal es mi impresión. Tras la relectura y contrariamente a lo que en principio pensaba el paso por todas las novelas proporcionó mejor acercamiento y mayor profundidad a las particularidades de cada una.
       -Lo sé. Siempre me voy por las ramas y en consecuencia intentaré ceñirme a lo que aparece en el título.
El casamiento engañoso desarrolla el tema del burlador burlado con cuestión final y sirve de introducción a una parodia picaresca El coloquio de los perros, novela dentro de otra novela en la que al igual que El lazarillo, Berganza sirve a muchos amos  nos descubre sus vidas y…
   -Vuelvo -¿inconscientemente?- a las ramas del árbol, bajemos y hablemos del Casamiento que es lo que toca.
Como si de un pez se tratara, a Campuzano le pierde la boca, el abuso del lenguaje. Lo que oye a Estefanía, es lo que quiere oír y Cervantes nos lo presenta con claridad meridiana: “sin dejar ver el rostro más de aquello que concedía la raridad del manto”. Es decir, no le deja ver toda la verdad. La ceguera del entendimiento nubla de tal modo al Alférez que no ve el peligro anunciado: “Pecadora he sido y aún ahora lo soy", consecuencia de lo cual hubo de pagar con veinte días de sudores una hora de satisfacción. Y así lo encuentra el licenciado Peralta, maltrecho y apenas curado de la sífilis adquirida con doña Estefanía.
Ciego estaba y ciego lo mantiene Cervantes proporcionando nuevas señas al lector. Campuzano no es capaz de verse a sí mismo en don Lope cuando Estefanía le engaña con la verdad “Quería hacer [doña Clementa] burla de aquel don Lope”. Ceguera, orgullo o egoísmo, todo, junto o separado en el burlador burlado viene a ser el tema de la novela.

Decíamos que El casamiento contiene una cuestión. ¿Cómo dar la necesaria verosimilitud para introducir el Coloquio? Toda esta trama sirve a Cervantes para que Campuzano tomando como base las argucias, artimañas e historias de su esposa e iluminado por alucinaciones mientras cura las bubas imagine y desarrolle la particularísima historia “que excede en todo a la razón” de dos perros, Cipión y Berganza dotados del don del habla “como si fueran capaces de razón”. El licenciado Peralta acepta “por ser escrito y notado del buen ingenio del señor Alférez, ya le juzgo por bueno” de buen grado el manuscrito onírico que le ofrece Campuzano. Disfrutará el licenciado de la narración no por real, sino por la forma de contarla.
Mediante este artificio Cipión y Berganza, los perros de Mahudes dan comienzo a su coloquio.

viernes, 23 de octubre de 2015

LOCURA DE CUERDOS O CORDURA DE LOCOS. El licenciado Vidriera, Novelas ejemplares, Miguel de Cervantes

[...] y en el pajar se enterraba hasta la garganta


Pío Baroja empezaba así su artículo La literatura y la historia:

Los escritores suponen que conocen su país si conocen su literatura; los políticos tienden a enterarse de las condiciones de un pueblo por la Historia, y ¡por qué Historia! Ninguno de los sistemas es exacto, pero está más cerca de la realidad la de los escritores que la de los políticos.

La literatura es ficción, refleja situaciones y modos de vida que acercan a la  idiosincrasia de un colectivo sin necesidad de exactitudes de las que también carece la historia en la que lo habitual –afirma Baroja- es que los historiadores se copien unos a otros sin aludir a la procedencia.

Entiendo interesante el punto de vista de Baroja para, objetivamente, interpretar al personaje en El licenciado Vidriera y recordar la habilidad y espíritu crítico de Cervantes para sacar a la luz, bajo el trampantojo de novela de entretenimiento, injusticias y engaños. Ayuda también recordar cómo en el Renacimiento se rompieron los conceptos y jerarquías de la Edad Media con el desarrollo de las ciencias, la economía, las actividades mercantiles y la aparición de un capitalismo incipiente. El hombre liberado entonces de fuerzas sobrenaturales y espirituales a seguir, se encontraba perdido y sin normas a las que obedecer. En este contexto encontramos a Tomás Rodaja alienado por un bebedizo.

Lector que me sufres: estarás preguntándote  a que viene esto de  relacionar a un loco con las ciencias, el inicio del capitalismo las fuerzas sobrenaturales... Tal vez sea contagio, tal vez otra alucinación. Por extrañas influencias asocio la locura del protagonista con el impacto que supuso la irrupción de una sociedad nueva, con instituciones nuevas  en la que cada uno busca conseguir su beneficio al margen de los demás. ¿Pudiera Tomás Rodaja simbolizar el enfrentamiento con un mundo extraño y ajeno en el que lo que parece auténtico es mera apariencia? Tal vez sí.  Él, vidrio frágil y trasparente frente a un mundo opaco y duro se angustia, pasa de individuo auténtico a individuo inadaptado; y el magisterio de Cervantes nos hace reflexionar con humor sobre esta premisa a través de una mirada burlona con propósito de ejemplaridad.

La mirada del loco Vidriera es totalmente cuerda, genera comentarios saturados de enseñanza y salpicados de ironía con los que analiza la clase media y baja de la sociedad española: médicos, boticarios jueces, banqueros, criadas, pasteleros, casas de mancebía, arrieros, etc., con alusión -curiosa y deliberada, supongo- apenas superficial a la nobleza y el clero. A todos estos componentes de una sociedad alienada, denuncia por el uso partidista de su profesión buscando fama o riqueza. Los poetas merecen tratamiento aparte: los buenos alabados, los malos denostados: “de los malos, de los churrulleros, ¿qué se ha de decir sino que son la idiotez y la arrogancia del mundo?”.

Si aún estas ahí, lector amigo, habrás notado que estos comentarios míos comienzan allende la escena del membrillo -fruta que ahora está en sazón- la culpa es de mi tardía incorporación a la lectura de grupo. Aquella primera parte ha quedado suficientemente comentada por los lectores del Club y… ¡por qué no! Me atrajo sobremanera la conclusión de la historia.

Curado del filtro amoroso  Tomás Rodaja quiere ejercer su profesión y recuperar el tiempo perdido con resultado negativo. La sociedad, alienada, se presta a disfrutar de las ocurrencias de la locura pero no a comprender la verdadera dimensión de los desvaríos del presunto loco. Algunos captaron su mensaje la mayoría se reía; ni unos ni otros le prestan su apoyo cuando pretende con el mismo o mayor ingenio ganarse la vida: “Por las cosas que dicen que dije cuando loco, podéis considerar las que diré y haré cuando cuerdo”.

Tomás Rueda resulta atropellado por el licenciado Vidriera. El perturbado ve la alienación de la sociedad; esta se resiste a aceptar al cuerdo. Derrotado vuelve a Flandes logrando por las armas lo que la vida le negó por las letras: “dejando fama en su muerte de prudente y valentísimo soldado”.

Allá por noviembre del 2010 escribíamos para El Alfoz:

Alonso Quijano se transformó en don Quijote de la Mancha y éste nuevamente en Alonso Quijano. Don Quijote según mi opinión representa un ideal, una utopía. Lo irreal permanece, y muere Alonso Quijano el Bueno.

Un país se conoce mejor a través de su literatura.

Imagen: Flickr



miércoles, 21 de octubre de 2015

EN RED DESDE EL SENO MATERNO


No diré que me ha sorprendido.

Vivimos tiempos nuevos, y con esta verdad de Perogrullo quiero referirme  a este tiempo tecnológico de desarrollo continuo en el que los  acontecimientos se transmiten  por “la red” prácticamente en tiempo real.

7:30 AM, café con leche, tostadas (2), recojo mis bártulos sin olvidar el Smartphone, bus repleto –tengo que hacer un artículo para Literatura y Periodismo- voy sobrado de hora, la lucecita azul parpadea: es un WhastApp. No me ha sorprendido, tal vez sí apenado y empujado a la reflexión recibir la ecografía enviada por una alborozada pareja cercana: “Te mando la primera fotografía de nuestra hija”.

¿Por qué he de extrañarme que si  los niños, tan pronto adquieren capacidad visual,   si ya están en la red desde el seno materno,  se resistan a tomar el “bibe” de refuerzo si papá no pone los Cantajuegos en su Smartphone; que alcanzados los tres años, lo educacionalmente correcto sea que se familiaricen con la consola, para que a los cinco manejen la tablet con soltura y a los siete tengan  la necesidad vital e imperiosa de un móvil con tarifa plana?

Hoy un niño mientras toma el pecho está ya recibiendo estímulos e imágenes televisivas en ocasiones violentas que, sin propósito pero con insistencia, se van grabando en su cerebro. Formación suplementaria; inconsciente si se quiere, pero formación al fin de contenido no controlado.  Esto sin hablar de la publicidad. No hay grupo social que, especialmente en fechas señaladas, reciba más presión publicitaria televisiva –muchas veces engañosa- que el infantil. No es este un alegato contra las nuevas tecnologías. No. Sí, una llamada de atención a la propia conciencia.

Ordenadores tablets y smarthones, son necesarios, imprescindibles, pero no debemos dejar a un medio mecánico, por muy técnico y sofisticado que sea la formación infantil. Es obvio que el binomio niño – pantalla dará como fruto tranquilidad en el entorno familiar abrumado por el trabajo; novedosos conocimientos; asombro de familiares y orgullo de padres y abuelos. No lo es menos que aun cuando elijamos para la consola juegos estimulantes la relación humana, se verá resentida.

La televisión anula el diálogo en las comidas, el WhatsApp se cuela en nuestras reuniones, Facebook divulga a nuestro pesar imágenes de un evento en el que sólo pretendíamos participar. La tecnología que forma ya parte de nuestra vida, debe estar presente en la escuela y en la vida como herramienta no como fin, la educación en suma debe dejarse a los educadores humanos.


A fuer de ser sincero no me sorprende, pero me confunde.

sábado, 17 de octubre de 2015

Cumpleaños con Alicia en el País de las Maravillas


Representación  de 'Alicia en el País de las Maravillas', en Londres hacia 1900. / CORBI

Alicia, junto a Sombrero Loco, el Lirón y la Liebre de Marzo, celebraban durante 364 días la fiesta del “No Cumpleaños”. A mediados del siglo XIX un profesor de matemáticas de Oxford contaba, como tantas otras veces,  partiendo de comentarios y sugerencias de las niñas una historia para entretener a las hijas del decano. Una de ellas se llamaba Alicia y ese día le correspondía ser la protagonista del cuento que el reverendo Dodgson improvisaba. De esta forma y circunstancias nace Alicia en el País de las Maravillas.

No todos los días se cumplen años ni todos los cumpleaños son iguales. El Alfoz cumple hoy seis años obligado por circunstancias a no cumplir con la periodicidad habitual de publicaciones. Alicia tardó en comprender el sentido del "No Cumpleaños", El Alfoz todavía no ha asimilado la "No Publicación" y sin tarta ni piñata celebra el día recordando y agradeciendo a sus seguidores la fidelidad y cariño  que durante estos seis años le han dispensado con  desinterés.


¡¡¡GRACIAS, AMIGOS!!! 

domingo, 4 de octubre de 2015

Diego Fernández Magdaleno. Viernes 2 de octubre


El tiempo, consumido por circunstancias adversas era el culpable. ¡Algo habría de serlo! Llegaba justo, casi tarde, a la cita colectiva del Club con el autor de El tiempo incinerado. Había leído el libro, no como todos porque tampoco era como todos [Diario.2004], porque un diario encaja en el contexto de su propio día, porque en comunión total con el autor quedaba con más dudas de las que traía, porque… El encuentro con Diego Fernández Magdaleno sorprende -más que el piano de cola en el centro del escenario- por su sinceridad desgarradora, por una cercanía insospechable:

No sé por qué lo hago, no sé por qué me leen, necesito escribir, necesito interpretar y que cuando lo hago me escuchen…
- 
Con El tiempo incinerado nos regaló un trozo de su vida; con su presencia se disiparon muchas de las dudas con que arribé a la sala, con el torrente sonoro de su interpretación (¿Suite en varios tonos?) sobrecogido a veces, me acerco a la música contemporánea. ¡Todo un lujo!

Amigo Diego: ¿puedo llamarte amigo? Hasta el viernes 2 de octubre yo era de Chopin, Liszt, Mozart, Beethoven, y sigo siendo. A partir de ahora el abanico será de doble faz. Sobre la mesa espera Razón y desencanto.

¡¡¡ Gracias ¡!!


La entrada, a tono con [Diario.2004] quiso titularse Viernes 2 de octubre. La realidad virtual en que nos manejamos aconseja lógica en la búsqueda.

jueves, 17 de septiembre de 2015

El toro de la Vega. La identidad. La tradición, Los localismos. La no dependencia


El tema no es nuevo. La competencia entre el hombre y el toro (al margen de la caza) en la Península Ibérica ha tenido desde antiguo partidarios y detractores. Ya a mediados del siglo XIII Alfonso X prohibió que el hombre se enfrentase a cualquier animal para combatirle por razones económicas, admitiendo no obstante el encuentro si el fin era mostrar su valor y destreza. Las fiestas, torneos, o como quiera que -con más o menos acierto- se quiera denominar siempre vivas e imprevisibles en que el toro es protagonista de un espectáculo con más defectos y brutalidades que estética, han sido y son cuestionadas por razones económicas, religiosas o de sensibilidad pero se mantienen al día de hoy.

En España, a diferencia de otros países europeos perviven costumbres creencias y actitudes de tiempos atrás -podríamos con certeza remontarnos al Medioevo- actualizadas y puestas al día en lo externo pero sin perder la esencia primitiva en lo emocional. Estos usos y costumbres se detectan con profusión en el sentido de lo religioso no sólo en recónditos pueblos, también en las ciudades. Leo en dos artículos de Antonio Muñoz Molina recogidos en La huerta del Edén[1]: “La semana Santa a parte de confirmar la evidencia de que todo rastro de laicismo público está siendo abolido en Andalucía…” (Ética del agua) y más adelante: “Si los novios (en referencia a Antonio Banderas y Melanie Griffith), como han prometido en público, vuelven por Semana Santa, lo más probable es que los alcen sobre un trono y los paseen en procesión” (El pelotazo del verano). Recordemos que Banderas ha dirigido el trono de la Virgen de las Lágrimas en las procesiones de Málaga. Creencias y actitudes que también se hallan presentes en la mal llamada Fiesta (de origen incierto) Nacional que forma parte del modo de ser español (hasta en pequeños pueblos había plazas de toros fijas o improvisadas) y expresión del primitivismo (sin connotación peyorativa) hispano heredado de una tradición que vinculaba estos festejos al sentimiento: nobleza, valor, elegancia, arte…

Tal vez debamos buscar en lo profundo de estas y otras muchas manifestaciones e identidades “tan nuestras” la razón y empecinamiento en mantener como grupo, determinadas posturas que en ocasiones no mantenemos en lo individual. El toro de la vega, hoy de plena actualidad, es una de ellas. Localismos, independencias, diferencias étnicas, religiosas, la tolerancia a inmigración y exilio, son otras más. Los enfrentamientos no se producen sólo por defender ideas, situaciones o expresiones culturales, las más de las veces orgullo y sentido de pertenencia llevan a defender la sinrazón.




[1] Ollero Ramos Editores, Madrid,1996

jueves, 10 de septiembre de 2015

Novela o diario. El tiempo incinerado: Diego Fernández Magdaleno


El tiempo incinerado que Diego Fernández Magdaleno subtitula [Diario. 2004], en opinión de Antonio Carvajal que prologa la obra debe leerse como: “novela, reitero y no diario”. El lector convencido de que El Quijote comienza en “Desocupado lector” concluye el prólogo y situado en el  comienzo hojea el libro (siempre lo hace) en busca de no sabe que comprobando la certeza del subtítulo, el formato mantiene la inmediatez de lo anotado al hilo de acontecimientos diarios. No concuerda con novela. Recordando a Rosa Navarro Durán cuando en La mirada al texto escribe: “Toda palabra cobra su sentido en su contexto; hasta que este no se completa, no pueden precisarse con nitidez sus matices. El acto indispensable previo al comentario es, pues, la lectura del texto completo”. Procede en consecuencia, lee la totalidad del texto y volviendo una y otra vez sobre algunos párrafos amén de consultar detalles biográficos de la extensa onomástica, pone el acento en responderse, más que responder, a algunas preguntas y reflexiones que El tiempo incinerado le sugiere.

Unas de orden político-social:

“¿Cómo explicarnos que personas ineptas para cualquier ejercicio intelectual mínimo, ocupen cargos de suma relevancia en diferentes instituciones?” (pp. 27-28).

Un superficial análisis subjetivo nos dará la respuesta: nosotros, a pesar de la constatación reiterada de tanta palabra y promesa incumplida, LOS ELEGIMOS y en muchas ocasiones permitimos que se mantengan en el puesto por décadas. A este respecto en la página 33 hay una sabrosa reflexión de Jacques Derrida: “Cuanto más confuso es un concepto, más fácil se muestra a la apropiación oportunista”.

Otras artísticas:

En la pág. 41 se cita una definición que Maurice Denis público en 1980, en Art et critique:

“Un cuadro, antes que un caballo de guerra, un desnudo femenino o cualquier otra anécdota, antes que un tema es, esencialmente, una superficie plana cubierta de colores distribuidos en un orden determinado”.

La definición relativiza el tema convirtiéndolo en algo secundario y prescindible para centrarse en el color y los recursos pictóricos, pero si lo que se busca es que el común de los mortales comprenda la obra es necesario mantener un orden y aquí podríamos entablar otro debate (no es el momento), sobre que es el orden. A mi juicio, la incomprensión que acompaña al expresionismo abstracto y suprematismo por poner dos ejemplos  es, justamente, la falta de orden en formas y colores y el abuso de  la uniformidad. Como ejemplo gráfico: Jackson Pollock trabajando en su estudio y  Cuadrado blanco sobre fondo blanco de Kasimir Malévich con que comienza la anotación del 29 de febrero (p. 39).
   
Y algunas obsesiones:

La música.
La obsesión por la música se justifica por sí misma en quien  ha sido director del Congreso sobre Creación Musical Contemporánea de Valladolid; presidente en España de la Asociación Europea de Profesores de Piano;  miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción; director y profesor del Conservatorio de Música de Valladolid, y  Premio Nacional de Música 2010 en la modalidad de intérprete.

La muerte.
La muerte que espera agazapada tras las batas blancas, los guantes los hospitales, que no tiene nada de natural porque lo natural es vivir; que obsesiona cuando amenaza apartarnos de quien con nosotros compartió su vida.


El lector, satisfecho, recuerda lo que Fernández Magdaleno anota en la página 34 y se va con más dudas de las que traía.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Nuestro pequeño mundo


Desayunamos cada día con una nueva entrega del drama Mediterráneo escenario del mayor de los éxodos humanos desde la segunda guerra mundial con… digamos cierta indiferencia y perspectiva de avestruz ante contratiempo. Olvidados deliberadamente  del mundo al que pertenecemos, tendemos al convencimiento de que “no  caben todos” obviando las soluciones globales que con razón reclamamos como europeos para otras cuestiones. Verdaderamente es difícil y conflictivo  instalar a todos en un solo lugar Grecia, Italia, España, (por ejemplo) pero sí pueden ser acogidos entre los 503 millones de personas que habitan en una Comunidad (UE) cuya superficie es  de cuatro millones de kilómetros cuadrados. La tan temida inmigración supone solamente una  pequeña parte del total que abandona su país de origen por miedo a guerras, hambruna, violaciones y destrucción, la mayor parte de refugiados se queda en países en vías de desarrollo como Turquía, Jordania, Irak, Egipto, unos por convicción, otros por imposibilidad económica de sufragar un viaje en patera.

La respuesta-rechazo a la migración tiene a mi juicio su origen no en  estos movimientos, sino que nace de nuestro entorno más próximo, de nosotros mismos por miedo a perder eso que llamamos nuestra libertad. El pequeño mundo de trabajo, descanso costumbres, vida social en suma, donde quema horas el reloj de nuestra vida reacciona en contra del fenómeno migratorio.

Cuando el arribo de familiares o amigos a nuestra playa es liviano en responsabilidad, o de corta duración (vacaciones compartidas o “entrañables” fiestas navideñas con cuñado recalcitrante) nos mimetizamos con la circunstancia asumiéndola como mal menor: “para eso estamos”, “lo que haga falta” -solemos decir. Veamos: si por razones económicas, de enfermedad, sociales, etc., en nuestro espacio desembarcan familiares o amigos para tiempo no mensurable; horarios, costumbres, formas, chocan en nuestro pequeño mundo como en novela de ficción y comienza en nuestro interior la instalación de alambradas y concertinas mentales. Compartir pasa a ser oneroso, convivir trabajoso y nuestro tiempo se distorsiona. Somos... solidarios a tiempo parcial.


El tema de los refugiados no es fácil. No. Y menos para ellos, pero si volvemos la vista a nuestro pasado reciente veremos que la situación de hombres mujeres y niños que pueblan hoy andenes y fronteras huyendo del hambre, la guerra y la injusticia no difiere de lo que aconteció a nuestros padres o abuelos. También ellos buscaron un lugar mejor para sí y sus familias. Vivimos -a pesar de todo- en un mundo privilegiado.  Sólo cabe la generosidad.

jueves, 27 de agosto de 2015

La importancia del nombre


Los nombres nos son dados por nuestros padres –salvada aquella costumbre de adjudicar al nacido la onomástica del santoral- por alguna razón o con alguna intención que para ellos encierra algún significado. Unas veces es la perpetuación: Carlos I, Carlos II, Carlos III; otras la sonoridad: Don Ángel, Don Ramón;  en otras, la identificación personal se corresponde con figuras deportivas, personajes del espectáculo o del mundo folletinesco. De cualquiera de las formas, nombre y tratamiento tienen notoria  importancia.

Era el mayor de dos hermanos, una persona normal de familia normal y corriente como decía su padre y que siempre -como le enseñó su madre- cumplía con la norma “para ir por la vida con la cabeza bien alta”. Nunca cuestionó estos principios, observarlos era lo correcto. Todo, hasta su nombre, era tan normal como la novela de su vida. No hay atajo sin trabajo hijo –decía su madre- y así, desde el convencimiento de que cada día tiene su afán, a trabajar dedicó sus esfuerzos sin más alharacas.
Veinte años laborando codo a codo con el propietario de una pequeña empresa, con no menor dedicación que si fuera suya dieron como fruto una relación entre ambos más de amigos que de otra cosa; Ángel y Ramón, los hijos del jefe compartieron colegio y juegos con los suyos y en ocasiones hasta lugar de vacaciones. En casa era frecuente ver ocupada la mesita del salón con planos y estadillos de trabajo.
-  Tengo ganas de que te jubiles, al menos podré tener la casa sin papelotes por todos los sitios –decía Laura.
-      Moriré con las  botas puestas -contestaba él.

No es que fuera enemigo del paraguas. No. Si no que lo olvidaba en cualquier lugar; lo prudente, aún a riesgo de perderle, hubiera sido llevarlo consigo camino del trabajo situado lo suficientemente cerca como para que una tormenta tornase en esponja al confiado andarín .
Caían las sombras de la tarde, las nubes de gran tamaño y un gris opaco que venían del norte deformándose continuamente casi arrollando los tejados, presentaban  el aspecto de una cadena montañosa para terminar su desarrollo en una especie de monstruo de gran tamaño y desgarrarse convertidas en aguacero diagonal y furibundo  que arrastrando tierra de lomas cercanas convertía la calle en un lodazal. La humedad, llanto poético del dolor de su vejez, rezumaba por tejados y paredes de los edificios más longevos.
-      Juan: mi padre quiere retirarse y  me haré cargo de la empresa. Él y tú siempre os habéis tuteado, lo sé, pero en el futuro debes llamarme Don Ángel, ya sabes: es por el “qué dirán”, hay que guardar las formas.
 A cien metros de la nave industrial volvió la vista; la cortina de agua apenas si dejaba adivinar la luz del despacho que acababa de abandonar, cuanto más recordaba el monólogo, más se confundían sus ideas.

Debí sacar el paraguas –pensó de vuelta a casa.

jueves, 14 de mayo de 2015

Oficio de lector. Sefarad: Antonio Muñoz Molina

Rodrigo es un estudiante despierto y un tanto inquieto. A decir de su profesora de primero de Primaria “progresa adecuadamente usa las herramientas a su alcance obteniendo el resultado apetecido”. Lee con entonación, marca las pausas y observa los signos “algunos de mi clase –dice a veces- leen así: lo-se-le-fan-tes pue-dennn vi-virrr muu-chhhosss aaa-ñoos; y claro, así no lo entienden”. Rodrigo lee muy bien para su edad, se está formando como lector.

Leyendo Sefarad me identifico con Rodrigo, noto que me estoy consolidando en el oficio de lector con esta herramienta que establece relación con la vida misma como anuncia Muñoz Molina en su dedicatoria: “deseándoles que vivan con plenitud las novelas futuras de sus vidas”. En ella aparecen, desaparecen, se entrecruzan y mezclan voces, temas y objetos simbólicos. Si prestamos atención a la multiplicidad de personajes, los cambios en la voz narrativa, y la estructura de  la narración un tanto al margen  de las características de lo que entendemos habitualmente como novela, estaremos inmersos en una lectura activa:

Al salir de la última curva de la carretera verás de golpe  todas las cosas que ella no volvió a ver, las últimas que tal vez recordó y añoró mientras agonizaba en su cama del hospital… (Valdemún negrita mía).

La voz principal se dirige a la segunda persona en futuro (verás) para narrar el pasado (volvió, recordó, añoró), los tiempos se entrecruzan en un juego apto para lector atento. Verás, intentarás, irás, se repiten con frecuencia en este capítulo.
También la voz narrativa pone a prueba y sorprende hasta la confusión, al contar una historia en tercera persona pasando sin trámite a un relato en segunda:

Él se había salvado así muchas veces al filo mismo de una desgracia que abatía a otros por casualidades […] y que le dejó una huella mucho más duradera que el vértigo insensato del coraje y el peligro.
Había habido una inspección de nuestro sector y el comandante de mi batallón me pidió que hiciera de guía de los oficiales alemanes. (Narva negrita mía).

El aprendiz de lector casi perece en el intento. Tras el punto y aparte vuelve a releer ambos párrafos, -he vuelto a despistarme, piensa- esperaba una nota aclaratoria antes del cambio de identidad, pero se da cuenta que  no ocurre así en Sefarad y buscando razones encuentra una: se trata de un recurso para provocar su empatía participativa.

En ocasiones el relato centra la atención en objetos o actos (el tren, fumar, la concha…,) para que actúen como elemento identificador de un personaje que da cuenta de sus vivencias a través de la narración. El objeto o la situación confluyen en algún momento con él y es entonces cuando si la retentiva ha funcionado el lector establece la relación. Me permito dos reflexiones:

Otro lugar surge cuando la penumbra empieza a volverse oscuridad y fosforecen en la luz de la pantalla del ordenador y la de la lámpara baja que me ilumina las manos sobre el teclado. La mano que se posa sobre el ratón deja de ser la mía. La otra mano, la izquierda roza distraídamente la concha blanca y gastada que recogió Arturo en la playa de Zahara (Berghof, negrita mía).

Pero lo que ahora tengo delante de mí en mi cuarto de trabajo, junto al teclado del ordenador y la concha blanca pulida por el agua que Arturo encontró hace dos veranos en la playa de Zahara. (Sefarad negrita mía).

También descubrimos que lo que en principio se presenta como identidades múltiples en principio dispersas y sin aparente conexión se reunifican mediante objetos o situaciones con los que el lector reconoce al personaje. Estos reencuentros personaje-lector por medio de objetos vienen a buscar la renovación de la corriente de empatía y la sensación mediante el recuerdo de haber participado en la historia:

Allí las mujeres fuman en público igual que los hombres, llevan pantalones, van en auto a las oficinas. (América: Sor maría del Gólgota).

Y además cuando era muy joven yo quería escaparme de España y venir a América, porque aquí las mujeres podían fumar y llevar pantalones y conducir automóviles. (Sefarad la bibliotecaria de ojos jóvenes). (En ambos párrafos negrita mía).


En la novela las palabras sin dar tregua se agolpan en largos párrafos como los obligados viajeros de los largos trenes atenuándose en doble espacio para dar respiro al lector y advertir de que el tema cambia. Con  esta lectura activa  de Sefarad mi formación como lector corre pareja a la de Rodrigo. Me ayuda a progresar adecuadamente y perseverar en el intento.