Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

sábado, 14 de febrero de 2015

Tiempos difíciles: El abuelo y un amigo invisible

A padre lo veía poco, apenas un rato a la hora de comer; decía que tenía suerte porque siempre le salía alguna chapuza para completar el sueldo. Entonces yo creía que vivir con la abuela era lo normal, más tarde vi que no era así. No es que donde ella estuviéramos mal, no, yo dormía en la cocina en un jergón que madre colocaba debajo de la mesa donde comíamos. "Esta me la llevo yo -murmuraba madre cada noche- la hizo el abuelo. No se la van a quedar estas brujas". "Aquí hace más calor para el niño -decían las tías". Yo oía esto y mucho más pero no todo lo entendía.

Ahora tenemos nuestra propia casa, ya no duermo debajo de la mesa del abuelo y mi cama es muy divertida: de día es un mueble con sus cajones y todo, de noche tirando fuerte de dos asas, aparece, como si fuera una puerta tumbada, una cama. "El abuelo nos hará dos patas y no tendremos que poner las maderas al abrirla, dice madre". Estoy muy contento con mi cama mueble –así la llama madre- porque tiene almohada y todo. Tiene..., hasta una manta dentro "del ejército -dice padre". Además, mi cuarto que también es comedor cuando vienen los tíos, tiene el techo recto no inclinado como la alcoba en que duermen padre y madre.

Lo que más me gusta es la cocina porque allí juego en invierno, casi siempre debajo de la mesa que hizo el abuelo y que es mi cabaña. Por debajo tiene una tabla que debe de ser muy antigua, de algún conde seguramente porque pone che conde y tiene un dibujo con un niño que tiene un bote con otro niño que tiene otro bote, y así. A veces hablo con él. Hace unos días descubrí de donde es el niño de la tabla: el abuelo vino a vernos, trajo del pueblo pan blanco y una caja de madera muy vieja con nueces que tiene un niño igual que el de la mesa y pone: leche condensada y algo más pero no puedo leerlo. Las nueces están muy buenas con pan. Creo que el próximo invierno tendré que jugar a otras cosas, ya  casi no cabo [sic] debajo de la mesa.

A mi profesor-amigo por el trabajo que se toma para que me mantenga culturalmente joven. ¡¡GRACIAS!!


5 comentarios:

Abejita de la Vega dijo...

El niño tenía un bote con un niño que tenía un bote con un niño que a su vez tenía otro bote con un niño...
Un relato entrañable el tuyo, te veo debajo de la mesa.
Un amigo un tesoro, si es profe doble tesoro.
Besos

PENELOPE-GELU dijo...

Buenos días, Paco Cuesta
:)
: )
¡Qué relato más estupendo!
¡Qué gracia! Te prometo que me ha costado descubrir lo de la madera “CHE CONDE”.
: )
A veces pienso que es una suerte haber tenido tan pocas cosas, para saber dar valor a lo que a muchas gentes les cuesta conseguir lo imprescindible.
Sin duda, un amigo es un tesoro. Enhorabuenas, a ti y a tu profesor, porque -además de conseguirte la juventud cultural- te lleva a entrar en el terreno de la infancia y a rescatarlo en escritos como éste.

Abrazos.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Gracias, Paco. Y perdona el retraso, que estado griposo y fuera de juego.
Qué texto más hermoso. Me gusta mucho que hayas reflejado la incorrección final del niño-narrador, asienta en la realidad el texto: como si nos obligara, con todo acierto, a bajarnos a su nivel para comprender lo que él mismo no puede comprender por su edad. Excelente.

pancho dijo...

Qué bien expresadas las carencias de aquellos años a través de los ojos de un niño. Todo tenía un doble uso. Recuerdo que mi padre siempre decía: "El que guarda, halla" Qué diferente a las nuevas generaciones de Ipods e Ipads de un montón de Euros que duran no más de un par de temporadas.
Un abrazo

Myriam dijo...

¡Qué relato más tierno, Paco!