Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 12 de febrero de 2015

Usos amorosos del dieciocho en España: Carmen Martín Gaite. Consecuencias lingüísticas: el piropo y otros términos.

Al menos para este lector resulta complicado manifestarse sobre una tesis que por definición es: (DRAE) “conclusión, proposición que se mantiene con razonamientos”. Por tanto: ¿qué añadir a una idea argumentada por Carmen Martín Gaite en Usos amorosos del dieciocho en España desde la parquedad de un blog como El Alfoz? Me temo que solamente dejar constancia de lo aprendido, esto. Sí es posible.

Lo aprendido a través de la lectura ha servido para  conocer en su justo término los diferentes estilos, comportamientos y costumbres asociados a las relaciones amorosas, sociales y de galantería, el tímido pero imparable comienzo de la liberación femenina y el aggiornamento de la sociedad. Hemos tenido acceso a historias desconocidas de circunstancias históricas conocidas. Valga como ejemplo la respuesta de la Inquisición (enero de 1748) al fenómeno de la poligamia:

Antonia García natural y vecina de esta Corte salió al auto con insignias de poligamia, y estando en forma de penitente se la leyó su sentencia con méritos, abjuró de levi[1], fue absuelta ad cautelam y condenada a que el día siguiente al auto saliese a la vergüenza por las calles públicas y acostumbradas y a destierro de esta villa de Madrid…

Resulta muy interesante el estudio lingüístico desarrollado a lo largo del trabajo y recogido en el epígrafe final “Conclusiones lingüísticas”, con el que Martín Gaite trata de demostrar como a través de la palabra se puede estudiar la evolución de las sociedades hacia posiciones más progresistas. En la sociedad del siglo XVIII lo extranjero irrumpió frente a lo autóctono dejando también su huella en el lenguaje. Algunas voces nuevas o adaptadas, que hoy subsisten aun con significados antagónicos a su origen, suponen la constatación de como la sociedad rompía con las formas tradicionales.

Haciendo mutis por el foro del academicismo entiendo prudente suavizar el comentario utilizando citas de “Conclusiones lingüísticas” para poner un poco de alegría callejera en esta entrada.

El adjetivo macizo es muy revelador –dice Martín Gaite- Macizo, torpe o desmañado era tenido como una ofensa al buen gusto. Hoy “macizo es tenido en argot como “tío que esta como un tren”, un hombre deseable y deseado.

La mujer melindrosa enseñaba entre arrumacos lo que luego no daba. Exhalaban fragancia pero no daban fruto. El adjetivo, decadente en cuanto al uso viene a significar hoy (continúo en argot) una tía estrecha, una mujer poco asequible.

De plena vigencia e igual significado es la palabra mono que de su acepción de simio pasó -y hoy perdura- a lindo, bonito, gracioso. A este respecto recoge Carmen Martín Gaite la cita de un marido genovés: necesitan un galán, un perro o un mono equiparando la compañía a la de “aquellos seres miméticos y afeminados que consagran su vida a las damas. También la palabra mimo –hoy con igual significado- pasó de actor  que se expresa mediante gestos   a sinónimo de cariño.

De la necesidad o el hábito de hacer mimos a la dama y significar lo linda (mona) que iba: se fue cuajando el piropo con el recurso del espejo. En este contexto y, asumiendo el riesgo de ser tildado de poco progre, anticuado y quién sabe si de antifeminista (apreciación esta que estoy dispuesto a discutir) me atrevo a citar uno de nuestros -hoy tan denostados- piropos. Si le pronunciamos "de corrido" y con una pizca de casticismo, resulta a mi juicio hasta “grasioso”:

Bendito sea el tendero que vendió a tu madre la primera papilla que tomó tu boquita de clavel ¡¡Preciosa!!

Posteriormente, del verbo majar (machacar, hacer un majano) o quién sabe si del término maxo (de Lanzarote y Fuerteventura)  nació el vocablo majo con el  sentido figurado de impertinente. Pero  esto es ya: “harina de otro costal”.





[1] Abjuración  para los que sólo había una ligera sospecha de herejía; por ejemplo: bígamos, blasfemos, impostores, etc.

4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

¿Te das cuenta, Paco, que a través de las palabras se puede explicar el mundo?

Ele Bergón dijo...

¿Y te parece poco la inestimable aportación que dejas aquí?. Considero muy interesante cómo vas desnudando las palabras a lo largo del tiempo.

Muy buena la entrada



Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

El cortejo fue una tontería de las clases altas, pero dejó huella en nuestra lengua. ¿Por qué una mujer mona es bonita?
Toda la vida nos dijeron aquello de si te aburres, te compras un mono.
¡Buena entrada!
Besos

Myriam dijo...

¡Muy divertida tu entrada y ese piropo final, también "grasioso"!.

Besos