Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

jueves, 15 de enero de 2015

Apunte para una lectura: Usos amorosos del dieciocho en España, de Carmen Martín Gaite


El concepto “pareja” de los siglos XVII y XVIII, no resulta fácilmente asimilable en el XXI. En principio el matrimonio se fundamentaba en la concordancia de clase y prestigio y las uniones de conveniencia eran lo más usual, en gran parte de los casos las necesidades financieras provocaban uniones entre diferentes clases no por amor sino en busca de mejor situación económica o social. Mayoritariamente el enlace tenía como objetivo la descendencia, crear una familia y la perpetuación del apellido; suegros y padres conservaban cierta potestad sobre la nueva célula familiar en función del dinero aportado (dote), en esencia se independizaban solo físicamente en un domicilio diferente.

Hasta el siglo XVII la casa suponía un reducto reservado exclusivamente a la familia estanco a la vida exterior donde la mujer, a los efectos, era la reina de su jaula; este detalle me parece importante por cuanto que en el XVIII las costumbres cambian, se recibe a los amigos en el hogar, se conciertan tertulias en casa y la mujer sale de paseo, el maestro de música, el peluquero mantienen encuentros a solas con las damas, la apariencia física, las modas y la ostentación, favorecen la presencia en casa de hombres ajenos al entorno familiar hasta entonces casi sagrado preparándose de este modo el camino hacia El Cortejo: mezcla de  acompañante, amigo o enamorado.

El cortejo, moda de origen italiano y francés consistía en dotar a una mujer casada de compañía masculina para suplir al esposo cuando por razones sociales o de negocio se ausentaba. Este acompañante debía asumir para con la dama ciertas obligaciones como asesorarla en el modo de vestir; asistir con ella a eventos sociales y paseos; comer con ella y acompañarla para que no estuviera sola. El cortejo (un adorno más para la dama) tenía acceso a la casa con  permiso del marido, con la condición de que su relación fuera exclusivamente social dado que en la aristocracia la virtud era una cualidad considerada incuestionable. A todos los efectos, en este peculiar mundillo tener cortejo era para la familia señal inequívoca de buena posición -al menos económica.

La burguesía como tantas veces en la historia no tardó en emular a la aristocracia haciendo suya  la costumbre de el cortejo, que pronto comenzó a degenerar, perder  prestigio y ser fuente de infidelidades y adulterios. En este contexto emergen,  entre otras muchas peculiaridades de la época, dos figuras que conoceremos, de la mano de Carmen Martín Gaite al leer Usos amorosos del dieciocho en España: El petimetre y El majo.


4 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Excelente punto de partida: lo que había antes y el inicio del cambio. El XVIII comenzó el giro hacia las relaciones sentimentales como las conocemos hoy en día.
Cuanto más rígida es una sociedad, más hipocresía...

Abejita de la Vega dijo...

La liberación de la mujer española tiene raíces profundas.
Nos metemos en los usos amorosos de un siglo desconocido. Buena introducción.
Besos

Kety dijo...


Interesante, y muy sugerente para leer el libro.

"Era la reina de su jaula". Buena frase

Pilar dijo...

Hola Paco. Me apunto a seguir tu blog, para que me ayude (seguro lo hará) en la lectura de este ensayo, que me está costando un poco.
¡Magnífica entrada!
Saludos y abrazos
Pilar