Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

martes, 10 de abril de 2018

ROMANTICISMO Y DISTOPÍA. AKÚSIDE de Ángel Vallecillo.



El jardín de las delicias (El Bosco 1490-1500)

A veces, algunas veces, el objetivo es romper con los esquemas establecidos. El Romanticismo lo hizo defendiendo lo fantasioso, novelesco e irreal como herramienta de insatisfacción ante un mundo que frenaba sus ansias amorosas, sociales o patrióticas. Para ello volvió al pasado histórico con interpretaciones diferentes en función de la perspectiva: unos añoraban la edad heroica en la que dominaban los principios; para otros, el escenario debía ser la batalla en pro de un destino libre y feliz. El rechazo a modos y maneras anteriores llevó a los románticos a evadirse de sus circunstancias imaginando épocas pasadas en las que “sus” ideas prevalecieran sobre los demás interceptando la trayectoria de Ilustración y Neoclasicismo con nuevos esquemas que, a pesar de la repulsa inicial, acabaron imponiéndose al rebelarse contra en despotismo ilustrado del XVIII.

A veces, algunas veces, con mejor o peor resultado, hay que romper con lo establecido.

Centrados ya en Akúside, procede hablar de la distopía (imagen  de una sociedad futura negativa en sí misma habitualmente presentada mediante cine, novela o serie de televisión) tomando como base la contraportada de la lectura de este mes: “Ángel Vallecillo regresa a la novela invertebrada y distópica…”; una novela difícil tal vez, imposible no, que recuerda en lo cinematográfico a La naranja mecánica de Stanley Kubrick; La carretera protagonizada por Viggo Mortensen y si retrocedemos más a Metrópoli de 1927 (muda); ninguna de ellas preferida –según mi vara de medir– por  el gran público (y no me refiero al de la telerrealidad). No en la misma línea, pero, sí en lo desconcertante, la novela de Ángel Vallecillo me hace pensar en Ensayo sobre la ceguera de Saramago. Akúside, distanciándose mucho más que los románticos parte de un pasado prehistórico para intentar alcanzar la utopía negativa de un país autárquico en el que también “sus” ideas prevalezcan sobre los demás.

Dicen los críticos que Akúside transluce los nacionalismos de la reciente historia española; el propio autor manifiesta: "es el reverso de Euskadi". Aun habiendo vivido de cerca el fenómeno terrorista la narración se hace compleja al lector en significados y personajes. No es fácil –a mi juicio– a través de ella llegar a saber lo que ocurrió en los cincuenta años de Euskadi Ta Askatasuna ni el porqué del apoyo social que obtuvo. Puede ser, no lo discuto, una manera vanguardista de contar que, como el Romanticismo en su tiempo, acabe imponiéndose en este nuestro.

A veces, algunas veces, con mejor o peor resultado, hay que romper con lo establecido. Difícil sí, imposible, no.   

1 comentario:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Magnífica forma de afrontar la dificultad de esta novela que rompe con las convenciones narrativas para ponernos delante de las tripas de los nacionalismos.