Reflexión

Cuando triunfó el nuevo material de escritura [el pergamino], los libros se transformaron en cuerpos habitados por palabras, pensamientos tatuados en la piel. (El infinito en un junco. Irene Vallejo).

martes, 16 de enero de 2018

LA REALIDAD MODIFICADA EN PEDRO PÁRAMO, DE JUAN RULFO


Pedro Páramo de Juan Rulfo, sorprende, confunde y cautiva es –entiendo– una novela necesaria que no puede abordarse como otras de mayor éxito de ventas disponibles en el mercado; requiere una lectura minuciosa que supere la confusión de su estructura un tanto fantasmagórica, mezcla de pasado, de futuro y con un presente continuo: la muerte, en la que radica su verosimilitud.

El espacio es fundamental en la novela, Abundio y Juan Preciado (en principio no conocemos sus nombres) entran en un Comala hostil “Habíamos dejado el aire caliente allá arriba y nos íbamos hundiendo en el puro calor sin aire”. Para que el lector tenga su misma percepción el narrador establece una comparación con el mismo infierno: “Aquello (Comala) está sobre las brasas de la tierra en la mera boca del Infierno. Con decirle que muchos de los que allí se mueren, al llegar al Infierno regresan por su cobija”.[1]

Hostil y vacío. El personaje que esperaba encontrar un paraje paradisíaco “Hay allí, […] la vista muy hermosa de una llanura verde”, se sorprende y con él el lector, no es el lugar esperado y tampoco lo son las sensaciones: “oía caer mis pisadas […] miré las casa vacías; las puertas desportilladas, […] vi una señora envuelta en su rebozo[2], que desapareció como si no existiera”. Juan Preciado nos introduce en Comala haciéndonos partícipes de su incertidumbre, sus visiones y la naturalidad de realismo mágico.

Situado en este espacio y pertrechado de sospechas y figuraciones acertadas o erróneas, el desocupado lector debe construir su propia novela teniendo en cuenta –eso sí– que Comala está habitada por fantasmas «de verdad».

-      No, yo preguntaba por el pueblo, que se ve tan solo, como si estuviera abandonado. Parece que no lo habitara nadie.
-      No es que lo parezca. Así es. Aquí no vive nadie.

La incertidumbre de Juan Preciado se transmite al lector, ni uno ni otro saben si Abundio, Eduviges, Damiana están vivos o, si las voces que oyen son verdaderas o fruto de su imaginación:

Hubo un tiempo que estuve oyendo durante muchas noches el rumor de una fiesta. […] Me acerqué para ver el mitote[3] aquel y vi esto: lo que estamos viendo ahora. Nada. Nadie. Las calles tan solas como ahora.

No son pocos los que aclaman a Juan Rulfo con Pedro Páramo como uno de los padres del Realismo Mágico.




[1] Manta para abrigarse.
[2] Chal que tapa la cabeza y parte inferior del rostro.
[3] Alboroto, fiesta.

5 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Sin Rulfo es difícil que hubiera existido Cien años de soledad. La literatura suele tener estas cadenas.
Espacio, tiempo y voces narrativas: esta es la esencia. Extraordinario análisis, Paco.

Marina dijo...

Enamorada perdidamente de Juan Rulfo desde los 20 años, cuando te leo siento que vuelvo a revivir aquellos días de lectura en los jardines de Salamanca, con el murmullo de las piedras doradas y el olor de unas campanillas blancas, diminutas, que nos rodeaban.

Sigue llamándome, que no quiero perderme estas palabras tuyas.

Besossssssssssssssssssss

Abejita de la Vega dijo...

La poesía de la desolación.
Vamos a Comala.

pancho dijo...

Estos capítulos breves, que funcionan como relatos independientes, tienen múltiples aspectos que comentar. Cada frase que lees te sugiere cosas nuevas y dignas de comentario. Muy bien vistas muchas en este comentario breve, pero significativo. Como la novela.
Un abrazo.

Myriam dijo...

Insuperable análisis que
da en la diana total.

Me ha encantado, Paco.
Te felicito